CIUDAD JUÁREZ, Chih- Con un minuto de silencio y un moño negro en señal de luto a la entrada, así fue como la escuela primaria Ignacio José de Allende recordó al niño de 9 años, Gerardo Orozco, asesinado a cuchilladas y de manera cruel por su propio padre el domingo pasado.
La triste noticia cayó como balde de agua fría entre todos sus amiguitos, en especial los de su salón, quienes le tenían un especial cariño a "Gerardito" por su discapacidad y condición médica, la que no le impidió destacar en el 3er. año que cursaba.
El ambiente se sentía pesado, a comparación con otros días eran muy pocas las risas, y desde fuera se podía apreciar la incertidumbre de todos los estudiantes y vecinos de la colonia Chihuahua.
"No, no, no, olvídese, fue bastante difícil la noticia para los niños y los maestros, era un niño muy identificado y apreciado por todos los docentes y demás compañeritos del plantel, era muy apreciado, fue algo bastante difícil", fueron las palabras del Director Francisco González.
De hecho, dijo que los amigos más cercanos de "Gerardito" tuvieron que ser atendidos por el departamento de psicología del plantel, por el impacto que les causó enterarse de tan lamentable hecho y el saber que no volverán a jugar juntos de nuevo.
Con relación a los padres, Gerardo Orozco y Yaneth Mata, el docente señaló que nunca notaron un comportamiento anormal en ninguno de los dos y que por el contrario, acostumbraban estar en la escuela por la atención especial que requería el menor.
Tanto Gerardo cómo su hermanita Yaneth, eran niños normales y estudiosos, los dos estaban en el turno matutino y eran muy "amigueros", por lo que todos los vecinos les tenían especial afecto.
Guadalupe Vitance, madre de familia, manifestó que es muy lamentable la muerte de un niño en cualquier circunstancia y a cualquier edad, ya que para las madres, un hijo, es una ilusión muy grande.
"Es muy injusto que a una madre le mate un hijo una persona sin sentimientos, es muy triste, esta es una noticia muy lamentable", dijo con la voz entrecortada la señora conocida como "Lupita", quien no podía creer lo que había ocurrido.