“Ya llevo meses esperando la cita, pero ya me quiero entregar, ya tengo cuatro meses en México y en Ciudad Juárez dos semanas”, comentó Carmen, una venezolana que se encuentra pernoctando en el espacio humanitario de carpas.
Ella hizo la peligrosa travesía con sus hijos de 4, 9 y 11 años de edad, siempre ha tratado que los vean como una aventura, sin embargo, la desesperación por ingresar al vecino país le ha llegado.
Contó que las medidas tan estrictas que implementó Estados Unidos no son buenas, primero porque la aplicación de CBP One no funciona como debe de ser.
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“Ellos, desde que uno empieza a meter datos allí, debería saber si la persona es o no apta, yo tengo a mi esposo allá en Estados Unidos”, dijo la migrante.
Destacó que quisiera que el gobierno de Estados Unidos viera que en muchos casos el migrante tiene quien los respalde y mantenga, que no van a llegar a refugios o ser una carga para los estadounidenses y no tener por qué sufrir viviendo en situación de calle.
“El papá de mis hijos ya está allá, los estadounidenses deberían ver que traemos niños y nosotros no vamos a llegar a ser una carga, es muy duro migrar en cualquier lugar que uno vaya, el dinero no sale en las matas, todos los días se necesita algo como agua que es lo más esencial” comentó Carmen.
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Al igual que otros migrantes, señaló que al entrar a México migración los ayuda adelantando algunos pueblos, pero la odisea comienza, ya que en Tuxtla Gutiérrez, si los agarra, un agente de migración lo regresa a la entrada del país.
“Es ilógico que te ayuden a entrar y luego si te agarran te regresan, entonces otra qué dan la posibilidad de subir; aparte cuando uno va en el bus en cada revisión hay que pagar 200 a 500 pesos por persona a migración de México o soldados, lo bueno que por niños no cobran”, dijo la venezolana indignada.