Luego de que un colectivo se pronunciara en contra del albergue “Esperanza para Todos”, diferentes migrantes han desmentido los malos tratos de los cuales se le acusa a este lugar.
Grissel, encargada de este refugio, comentó que desconocen el colectivo que se ha encargado de hacer estas publicaciones, ya que en ningún momento se les ha pedido ni una cooperación a los migrantes y mucho menos el cobro del agua.
“La comida nunca se ha cobrado, la tratamos de conseguir donada o comprar lo que no se consigue, dicen qué hay malos tratos pero nosotros no maltratamos a nadie”, expresó.
Mencionó que entre las publicaciones que realiza el colectivo identificado como “Nómadas sin rumbo”, se resalta qué hay un cobro por el agua que los migrantes utilizan, sin embargo, ellos señalan que eso nunca ha sucedido.
“En tiempo de frío la gente acordó cooperar para comprar el gas de la regadera. Nosotros pusimos el boiler y ellos el gas, nosotros no teníamos la capacidad para comprar el gas del boiler para que se bañaran con agua caliente. No se si por eso están diciendo que se les cobraba el agua”, explicó.
Dijo que incluso han recibido amenazas de muerte y han hablado también, de algunas demandas de las cuales ni siquiera se les ha notificado.
Al servicio de la comunidad migrante.
El servicio por ayudar a la comunidad migrante surgió en el 2018, cuando una prima de Grissel llegó a esta ciudad para cruzar a Estados Unidos.
Al entregarse a las autoridades norteamericanas, la mujer fue devuelta a esta frontera y llevada a las oficinas de Coespo, en donde Grissel vio apostados a decenas de migrantes que pasaban por una situación similar a la de su prima.
“Yo me acerco por ella y veo a una gran cantidad de personas, y pues me ofrecí a que si necesitaban algún espacio yo podía hacer un lugar en el albergue que tenía mi mamá y que utilizaban como comedor infantil. Pido permiso a mis papás para refugiar a 50 personas y me dicen que sí, se acerca Coespo a supervisar y me dicen que está bien”, platicó.
Después de tres años de brindar un lugar a migrantes en el albergue de sus papás, Grissel decide buscar un lugar con mayor capacidad y donde poder seguir brindando ayuda.
“Mi mamá ya no podía tener tanta gente y es cuando yo abro Esperanza para Todos con un préstamo que yo tenía. Al inicio implementamos una cuota de recuperación para ayudar con gastos de renta y de mantenimiento. Sin embargo solo el 30 por ciento lo hacía y con eso nos ayudábamos a pagar la renta del lugar, pero nunca fue obligatorio y mucho menos hemos vendido lo que es donado”, expresó.