¿Alejandrina cómo es tu vida con un niño con autismo, cómo lo descubriste y crees qué hace falta inclusión?
A los cinco meses, su tío lo sostiene cargado frente a un pino navideño, por el cual va girando un tren con sonido muchas luces y comenta “Qué raro mis nietos (de la misma edad) ya se hubieran aventando a agarrar el tren o las luces, que bien portado es este niño”, ese fue el primer síntoma que marcó a mi hijo con una diferencia ante otros niños, pero siete meses bastó para que estuviera bien, que gateara, agarrara y caminara al año como todo infante, después de terapia de estimulación temprana.
A los dos años y medio de edad, nuevamente vino otro atraso y un comportamiento extraño, así lo llamaba, empezó a tener miedo a la familia, a los sonidos fuertes y no hablaba; la ayuda tuvo que ser especializada con una neuropediatra, que después de hacer un electroencefalograma, diagnosticó atraso en el desarrollo neurológico, ¿inmediatamente había que tomar la decisión, lo medicó o no? Y lo mediqué, con todo el miedo de mi corazón, pues no dejan de ser drogas.
También recomendó terapias, las cuales recibe en Fundación Integra, en su diagnóstico quedó limítrofe entre el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Los primeros días al entrar a estas terapias, sentía enojo, me preguntaba ¿Por qué a mí, por qué a mi hijo? no me gusta venir aquí, sin embargo, con el paso del tiempo, ese lugar se volvió la luz en el camino.
El infierno comenzó, cuando entró a preescolar, primero lo empezó en línea por el Covid-19, por lo que no aprendió mucho, al acudir a clases presenciales, a las cuales sólo fue siete meses, fue golpeado diariamente por otros niños, en tres ocasiones lo recibí con su ropa manchada de sangre.
Un niño que está dentro del TEA, por lo general tiene conductas repetitivas y su adrenalina se dispara, es inquieto (al menos mi hijo), por lo que lo golpeaban los niños, la maestra nunca supo resolver el problema, dejó de poner atención a mi hijo, sólo me quedó esperar que llegara la graduación del kínder, aquí es donde no hay inclusión ni información para el docente, que no sabe lidiar con estos trastornos.
Ahora está en la primaria, es de los que van atrasados en aprendizaje, pero lleva buen avance, socialización, comportamiento y hay buena actitud de su maestra.
Mi hijo desarrolló aptitud en construcción, por lo que tiene una beca en una escuela de robótica, donde asiste cada sábado y es feliz siguiendo instrucciones, ha aprendido a no frustrarse si las cosas no salen y lo vuelve a intentar hasta que termina su robot.
Pero la realidad el día es cansado y estresante, tanto para él, como para mí, despierta a las 7:30 para prepararse e ir a sus terapias; a las 8:30 horas ya está en Integra, vuelve a la casa al mediodía, a las 13:45 entra a la primaria y ahora con cambio de horario sale a las 18:15 horas, llega a casa, come, hace una hora de tarea y son las 20:00 horas y las 21:30 es hora de volver a la cama y dormir, claro con su respectiva pastilla, así es la vida de Allian que está dentro de TEA.
