Celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, cerramos el año litúrgico y el evangelio este domingo es fuerte, va a separar a los unos de los otros, mencionó el Obispo de la diócesis Mexicana de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos.
“A unos les dirá bienaventurados, benditos pasen a tomar posesión del reino, preparado para ustedes porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me fuiste a ver”, dijo Torres Campos, destacando que la caridad es una de las maneras de merecerlo.
“En el juicio al final se nos va a juzgar por el amor, tuve amor fui misericordioso, me preocupé por los demás esa va a ser la cuestión al final de los tiempos”, añadió el obispo.
Pío XI instituyó esta fiesta a principios del siglo XX, cuando en Europa aparecían los nefastos totalitarismos. Ya sabemos el fruto de esas políticas en el siglo XX. El Papa escribió la encíclica “Quas primas” para recordarnos a todos quién es el verdadero Rey del Universo. Y que es Cristo quien debe reinar en nuestros corazones.
No se debe perder de vista el final del camino, lo que con palabros teológicos se llama la “dimensión escatológica”: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el "juicio final".
La conclusión del año litúrgico nos debe hacer reflexionar sobre el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Porque la vida tiene dos tiempos, el terrenal, tiempo propicio, de salvación (cf. 2 Cor 6,2), donde decidimos cómo vivir, siguiendo a Cristo, el Buen Pastor o no, para salvarnos o no – que de nosotros depende, está en nuestras manos – y el final, cuando Cristo se siente a juzgar a vivos y muertos, como recordamos en el Credo, y dé a cada uno lo suyo, según hayamos vivido.
La Palabra de Dios de este último domingo del año litúrgico nos llama a esta reflexión. Sabiendo que el Señor es nuestro Pastor, que nada nos falta con Él. Porque la parábola de hoy está escrita para saber cómo comportarnos hoy. No mañana, ni dentro de unos meses o de unos años, sino hoy y aquí. Mientras estamos en el tiempo terrenal, podemos acoger o no la Palabra.
Se trata de ver que somos ovejas al hacer el bien, y cabras cuando no. Y, aunque seas una cabra muy grande, siempre se puede cambiar. Se puede dejar de ser pecador, se puede llegar a vivir bien, a ser santo incluso, cuando nos apoyamos en Cristo. Por Cristo vuelve la vida. Sabemos que nos va a juzgar, sí, pero con amor. Y sabemos lo que tenemos que hacer. Por así decirlo, tenemos las preguntas del examen final, el más importante de nuestra vida. El sueño de todo estudiante. Se trata de aplicarse, de poner todo de nuestra parte y de elegir.