Recordar un viaje en el ferrocarril puede remover tantas emociones en quienes pudieron vivir aquella época y quienes hoy, desearían volver a comprar un boleto para transbordarlo de nuevo.
Alicia Rosales de Montoya, quien creció toda su vida entre trenes, por ser la hija, hermana y esposa de un ferrocarrilero, relata las experiencias al vivir tan cerca del ferrocarril junto con su esposo, Manuel Montoya, quien fue jefe de estación en Ciudad Ahumada, en el año 1947, a unos kilómetros de Ciudad Juárez.
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Durante 35 años, se esposo se dedicó a dirigir la estación que transportaba la mercancía que salía de Ciudad Juárez a la Ciudad de México y que pasaba por esta entidad.
Él se comunicaba por medio del telégrafo a todas las estaciones del país, debido a que en ese entonces era el único medio para comunicarse y mediante el cual, recibían ordenes de otras estaciones a través de la Clave Morse.
Luego de comenzar como aprendiz, a los 24 años ya era jefe de estación, siendo desde los 15 que él mostró su interés y habilidades para el manejo de esta maquinaria.
Durante 36 años de casados, ellos se encargaban de darle alimento a los migrantes que viajaban en los trenes cargueros, donde su destino era llegar a Ciudad Juárez.
Mucha gente de Villa Ahumada me apoyaba con el alimento, para que cuando ellos pasaran por la estación yo les pudiera dar esta comida, gente con hambre, frio y además niños, ellos venían sentados sobre tablas en estos trenes, eso era lo único que no me gustaba de vivir tan cerca de los ferrocarriles dice.
Por su parte, Rodolfo quien trabajó durante un tiempo en el ferrocarril, platica cómo le tocó ver a la gente que tomaba un tren que salía de la Ciudad de México a las 5:00 de la mañana, llegaba a Torreón y después a Ciudad Juárez.
“A la gente le gustaba mucho este medio de transporte porque además de que era muy económico, también se podía transportar cualquier tipo de mercancías, animales, cajas e incluso hasta muertos”, expresa.
También era muy bonito, recuerda, ver cómo todo tipo de vendedores anunciando su productos, especialmente los caramelos, refresco y cerveza, la gente asomaba sus cabezas por la ventana para pedir. Además de un trío de músicos que abordaba el tren para hacer más ameno el viaje.