Eran pasadas las 10:00 de la mañana cuando llegó la señora Yolanda Soto, de 83 años a la Catedral, en una mano cargaba un ramo de palmas y en la otra un rosario; se sentó en una banca frente a la iglesia y comenzó a rezar como cada año solía hacerlo, aunque esta vez, de manera muy atípica.
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La tradición que le inculcó su abuela, quien la crió, la llevó a ser una fiel creyente y por ende, a asistir cada domingo a misa, en especial en aquellas fechas como Semana Santa.
Sin embargo, por primera ocasión todo fue distinto a cómo era cada año que ella asistía a bendecir su palma en el Domingo de Ramos, pues ahora le tocaría rezar y pedir a Dios desde afuera de la iglesia en una pequeña banca de cemento que da a la jardinera de la Plaza de Armas en la zona Centro.
Yolanda relató cómo cada año acostumbraba a llegar desde tiempo antes de que diera inicio la misa, puesto que, para poder alcanzar un lugar dentro del templo era muy difícil, se hacían largas filas de feligreses, los cuales ahora hicieron falta.
“Estamos muy tristes, nunca había pasado esto, hace falta la gente vendiendo los ramos, la gente formada para llegar al sagrario, hizo falta que el sacerdote hiciera su parte”, señaló.
Contó que desde pequeña, sus ojos siempre solían ver una multitud de personas a los alrededores de la Catedral, ofreciendo palmas, imágenes de algún santo o alguna veladora, ahora por primera vez, su ojos vieron algo distinto, unos alrededores solos, poca gente caminando, pasándose de largo la iglesia y solo algunas tres personas esperando que alguien saliera a bendecirles su ramo.
Dieron las 12:00 del día, y Yolanda aún seguía en la misma banca esperando a que diera inicio la misa, la cual solía oficiar el obispo José Guadalupe Torres, cada domingos en la Catedral, pero esto nunca pasó, pues ya se había anunciado que la misa se llevaría a cabo a puerta cerrada y solo sería transmitida por televisión abierta o por Radio Guadalupana.
Pero la fe, costumbre y creencia, hacía permanecer a Yolanda allí, con su ramo, el cual era del año pasado, pues si bien, este año no pudo conseguir otro, además de que ella había escuchado que podría volver a poner la misma palma.
“Tenemos que ajustarnos a lo que estamos viviendo, yo le pido a Dios que él me cuide y me cuida, espero que esto de la pandemia pronto termine para volver a entrar a la casa de Dios”, expresó.
Hay que recordar, que hace unos días el padre Eduardo Hayen, párroco de la Catedral, informó que las misas correspondientes a Semana Santa y toda actividad celebrativa, se llevarían a cabo a puerta cerrada, con la finalidad de erradicar y no contribuir a la propagación de la pandemia de Covid-19.
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