Recargado en una barda, resguardándose del sol, Ramón Ramírez comienza a colocar sobre una red los cubrebocas que ofrecerá durante el día, de los cuales depende si habrá o no para alimentar a su esposa y a sus dos hijos.
En un recorrido de El Heraldo de Juárez por algunos de los puntos más transcurridos de la ciudad, se pudo constatar cómo vendedores que se dedicaban al comercio informal de ropa, bebidas y dulces tuvieron que cambiar su mercancía por cubrebocas, gel antibacterial y guantes.
Tal es el caso del señor Ramírez, quien acompañado de su hijo de 10 años llega todas las mañanas al cruce de las calles Valle de Urique y Valle del Sol, para ofrecer los cubrebocas que tiene a la venta.
Anteriormente Ramírez se dedicaba a vender aguas, refrescos y bebidas alcohólicas en fiestas, en partidos o algún evento que se realizara en la ciudad, sin embargo a raíz de la contingencia y de que se prohibiera cualquier reunión y evento, le fue imposible seguir vendiendo.
Aunque al inicio trató de resguardarse por miedo a contagiarse, no le quedó de otra más que volver a salir, puesto que su miedo más grande era que sus hijos lloraran por hambre.
“El virus ya no me asusta, ya lo único que nos preocupa es poder vender para poderles dar de comer a mis hijos y esposa, no tardé ni un día en casa sin trabajar, porque lo más doloroso era escuchar a mis hijos decir: '¡Papá, papá, tenemos hambre!' y no tener qué darles de comer”, dijo mientras trataba de contener el llanto.
Mientras veía los carros pasar, platicaba que ayer sólo logró vender cuatro cubrebocas, los cuales tenían un precio de entre 35 y 40 pesos, un total que no pasó más de los 200 pesos.
Sin embargo, la mitad se le va en transporte, ya que por las mañanas toma el autobús y por las noches el servicio de Uber para poder llegar hasta su domicilio ubicado en Finca Bonita.
Su hijo suele acompañarlo todos los días, por lo que en ocasiones también gasta en agua y alimento para aguantar el día, pues normalmente pasan más de 10 horas en ese lugar.
“Si yo quiero vender, tengo que quedarme un poco más de tiempo, mínimo hasta las ocho de la noche”,expresó.
Aunque la venta sea muy baja, y en ocasiones sólo logren vender pocas piezas, el señor Ramírez no desiste, pues espera el día en que pueda regresar a su anterior trabajo y dejar de cuestionarse si al día siguiente volverán a tener para comer.
Irvin Rodríguez, quien se encuentra en este mismo punto pero cruzando la calle, ofrece gel antibacterial, cubrebocas y guantes, también para poder sobrevivir a esta pandemia.
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