Al menos 480 mil niñas, niños y adolescentes en el país se encuentran enrolados en las filas de la delincuencia, pues de acuerdo al reporte Reclutamiento y Utilización de Niñas, Niños y Adolescentes por Grupos Criminales, de la Red por los Derechos de la Infancia en México, en 2015 se estimaban 50 mil adolescentes participando directa o indirecta en grupos criminales, pero esta cifra aumentó casi en 1000% en los últimos años
El especialista en investigación criminal y delincuencia organizada, quien forma parte del Consejo de la Federación Mexicana de Criminología y Criminalística Delegación Chihuahua, José Carlos Hernández, afirmó que para 2021 la cifra asciende a por lo menos 480 mil niñas niños y adolescentes enrolados en delincuencia o crimen organizado, lo que se traduce en 96 mil menores de edad a nivel estatal.
Agregó que gran parte, más del 90 por ciento, provienen de hogares disfuncionales o desintegrados, a lo que se suma la alta incidencia en el consumo de drogas.
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De igual forma, refirió que organismos internacionales, y mismas declaraciones de personas en prisión señalan que de cada cien empleados de un grupo delictivo o cártel, hasta 40 llegan a ser menores de edad, “por la ligereza y flexibilidad en las sanciones de la Ley General de Justicia para Adolescentes, y la flexibilidad en cuanto a procesos judiciales que son aplicados a estos grupos etarios”.
Afirmó que el problema se ha incrementado no sólo por la pandemia, que en mucho ha abonado, sino también con la “bondad mal entendida de las leyes penales en esta materia”. Ejemplificó, que si la cifra de adolescentes en el país asciende a 480 mil como parte de grupos criminales, la cifra real o cifra negra, indica un incremento de al menos, la mitad de esos 480 mil
El Mtro. José Carlos Hernández refirió los factores que llevan a un menor a involucrarse con la delincuencia, deriva de la “etapa de los ídolos”, que va de los tres a los nueve años, y que cuando está totalmente desconfigurada en sus roles de autoridad, “se abrazan al crimen organizado a través del síndrome del espejo, donde ven a otros pares -otros menores iguales a ellos- que tienen poder, dinero, y entonces los emulan, los imitan y caen en esta sindromatología de la conducta antisocial, enrolándose con el crimen organizado”.
Con esta imitación, ellos tratan de llenar vacíos existenciales y dolor, intentan cubrir necesidades de poder, estima, atención y amor que les ha hecho falta a lo largo de toda su vida.
Los delitos en los que hay más incidencia en la participación de menores de edad, son robo, delitos de corte sexual y delitos contra la salud en su modalidad de narcomenudeo, y en casos extremos, homicidio, feminicidio u homicidio con características del crimen organizado, pero la alta incidencia de consumo de drogas lleva a que una vez que no tienen dinero para comprarla, optan por enrolarse con estos grupos para obtener droga y se inician como “halcones” y de ahí continúan en otras actividades para los que los usan los grupos criminales.
Explicó que cuando una persona menor de edad, o joven, egresa de centro de reinserción social, el 90 por ciento entra a lo que se llama fase “aurática” (de aura) y es una fase temporal de catarsis, en la que después de salir del centro penitenciario, la persona entra en la disyuntiva de seguir delinquiendo, o incorporarse a la sociedad de manera productiva. “De ese 90 por ciento, el 75 por ciento vuelve e incidir o reincidir en el delito”, declaró el especialista.
Además, señaló que hay factores que influyen en esta decisión, como el hecho de salir y no encontrar a su familia, el sentimiento de vacío existencial, una situación económica altamente vulnerable a la que se enfrentan al salir de un centro de reinserción, y/o la influencia del líder del grupo delincuencial al que pertenecieron o pertenecen.
Agregó el Mtro. José Carlos, que de cada 100 personas jóvenes que egresan de un centro de reinserción, “entre un 20 y 30 por ciento logra reinsertarse de manera proactiva, productiva y plena, para lo cual debe haber correctos procesos de reinserción social, una aceptación abierta y franca de sus familias, y la férrea voluntad personal del egresado de reintegrarse a la vida socialmente útil, productiva y proactiva”.
Agregó que de cada 100 jóvenes que egresan y vuelven a un hogar desintegrado o disfuncional, un 75 por ciento inciden o reinciden en conductas delictivas, “porque es un factor exógeno altamente detonante e influyente en el comportamiento de la persona”.
Sin embargo, indicó que existe la posibilidad de “sanar” a las familias, y destacó que el gobierno, cualquiera que éste sea, debería tener como política la restauración de las familias, “porque es el principal grupo social que requiere un tratamiento personalizado, perfectamente focalizado, con políticas de restauración completa familiar”.
Reiteró que es urgente que sea parte de la agenda pública de los gobiernos, tanto federal, estatal, como municipal, las niñas niños y adolescentes, citando cifras que revelan el panorama de esta población. México ocupa el primer lugar mundial con 4.5 millones de casos al año de delitos sexuales contra infantes. De cada 100 niños asesinados, sólo en uno de los casos existe sentencia condenatoria. Esto, puntualizó habla de la impunidad en los procesos de justicia y protección a niñas, niños y adolescentes.