El ritmo hipnótico de los tambores –con una cuenta atada a cada extremo que produce una vibración ronca, característica de los ritmos ralámulis-, mantiene embelesados a los danzantes que llegan al sábado de Gloria con dos días y sus noches bailando dentro de la tradición de Semana Santa, que culminará con la quema del ‘Judas’, la fuente del mal.
En el Asentamiento El Oasis, de la colonia Martín López, la mañana de este sábado 16 de abril transcurre mientras las mujeres preparan sabrosas viandas a base de maíz que llena con sus olores la comunidad, mientras que los más jóvenes retocan las manchas de cal, para participar en la danza de los Pintos y Fariseos, que culminará con una lucha física intensa para quedarse con el mono de trapos, que este año es de un color verde intenso, y del que el grupo ganador, tendrá el honor de quemarlo, para acabar así con la fuente del mal.
Las danzas iniciaron desde el pasado jueves santo, junto con la ingesta de bebidas y una constante provisión de alimentos, para participar de la fiesta de dos días y dos noches, en la que se danza a forma de oración, para pedir a Onoruame, su dios padre-madre por el nuevo ciclo que empieza.
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El portador del ‘Judas’ lo baila, lo carga y lo sacude, como anunciándole que pronto será destruido. Porta lentes oscuros, y arranca gritos de emoción y risas entre las mujeres, quienes se mantienen en grupo, disfrutando de la festividad y comentando las incidencias de la fiesta anual ralámuli.
En la zona de preparación de alimentos, las mujeres designadas para la tarea ‘tortean’ gordas tortillas de maíz que al colocarse sobre la placa para cocerlas a fuego de leña, desprenden olores que antojan a los que pasan cerca, sobre todo a los chiquillos que se asoman por los muros, y que esperan su ración. Las ollas humeantes cuentan sobre los guisos que en ellas se cuecen, y que las mujeres diligentes vigilan, mientras continúan con otra actividad, ya sea atizando la lumbre, batiendo más masa, cortando alguna verdura.
La culminación de la fiesta será cuando después de presentarse ante la capilla del asentamiento, los danzantes den vueltas en el entorno del asentamiento, para que a la voz del comandante, se arrebaten al mono de trapo, ya sea corriendo entre las viviendas, desciendo en tropel por el barranco que conduce al arroyo, o escondiéndolo entre ellos, para finalmente declarar a un ganador, y que éste lo incinere, acabando así con el mal y la oportunidad de iniciar un nuevo ciclo de vida.