Déjame envejecer
Miguel Ángel Aguilar
Déjame envejecer como me da la gana
déjame entre mis achaques desvelos y miedos a la noche
déjame tener miedo ya que no lo puedo evitar
aumentar de peso y orinar todo el día y repatriar
los sentimientos que dejé en el griterío argentino
donde reparaba mi condición de mexicano vagabundo
deja pues y le sigo hasta donde llegue
me autorizo ser insolente y sinvergüenza y muy delicado
a la hora de la protesta, la rechifla y el vituperio
aplaudo que mi cuerpo ha cambiado y el color de mi pelo
que mis libros sigan siendo lo más importante luego de
tundirle a la cocina que falta gas y luz y jabón para los trastes
mirar mis dos trapeadores negros de pisos insensatos que me aguantan
o un atardecer soñado con mis seres queridos, aunque estén lejos
y
no es nada
es la edad soñada y el proseguir sin rajarse nunca
hasta poder
hasta el fin….
Oleajes
Por Raúl Ruiz
Esta mañana por alguna extraña razón del subconsciente, amanecí pensando en el mar.
Pero el mar es infinito, como el universo.
Y no hay tiempo en la vida para descubrirlo todo.
Así que me concentré solamente en el oleaje.
Ahí estaba yo, antes del amanecer, arrullándome con el rumor de las olas.
Y conforme iba naciendo el día, un viento tibio me tomó de sí, y me llevó al embeleso, que no al éxtasis.
Las olas capilares, las más pequeñas, se forman con las partículas de aire que rozan a las partículas de agua y se empiezan a formar minúsculas olas de pocos milímetros de longitud.
El viento es el factor. La caricia sobre el agua levanta el crespo.