Antes de la Revolución Mexicana, Porfirio Díaz se encontraba planeando la construcción de edificios y medios transporte, inspirado en los edificios franceses, de lo cuales, construyó incluso réplicas de las construcciones de ese país, como Bellas Artes en la Ciudad de México, o las plazas como en el zócalo y en la Plaza de Armas que tenemos en Ciudad Juárez.
En esa modernización incluyó un proyecto cuyo propósito era cruzar todo el largo del país hasta llegar a una ciudad de paso que finalmente llegaría hasta Estados Unidos. De ese modo surgió la idea de construir unas vías de ferrocarril que permitieron la comercialización con el país vecino a mayor velocidad y de manera estratégica.
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Con estos viajes, el tiempo, tan solo de Ciudad Juárez a Chihuahua capital, se redujo de nueve días a nueve horas y se redujeron los costos de transportación de productos y de materiales grandes, siendo un 15 de septiembre de 1882 cuando el primer ferrocarril llegó a Chihuahua.
Sin embargo, con los beneficios que trajo el ferrocarril para Porfirio Díaz, también llegaron las facilidades para quienes quisieron terminar con la presidencia de más de 30 años del general, y los revolucionarios usaron también el ferrocarril, como medio de transporte para poder transportar armas y finalmente comenzar con la Toma de Juárez en 1913.
Al finalizar la Revolución Mexicana, las vías del ferrocarril habían terminado con daños que las habían dejado prácticamente inservibles, de modo que en 1938, el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó Ferrocarriles Nacionales de México y decretó la expropiación de sus bienes.