/ jueves 19 de julio de 2018

Asociación en el sur de Francia propone salvar a las abejas negras

El proyecto busca la reutilización de árboles ancestrales para reconstruir un ambiente propicio que albergue a las abejas negras

Colmenas en troncos de árboles o cultivo de campos de sarraceno, son algunas de las prácticas ancestrales rescatadas por una asociación en el sur de Francia que se ha propuesto salvar a las abejas negras, en peligro de desaparición.

“Nuestros ancestros tenían una sensibilidad hacia la naturaleza que es muy importante transmitir para volver a una apicultura y agricultura sostenibles”, explica Yves-Elie Laurent, quien lanzó en 2008 la asociación El árbol de abejas y el proyecto agrocultural del Valle de la abeja negra.

Instalada desde hace más de un millón de años en el noroeste de Europa, esta abeja, que produce miel de gran calidad, ha sido víctima de varios factores que amenazan su supervivencia, como la importación masiva de otras subespecies, pesticidas, virus y parásitos.

Para evitar que desaparezca, Laurent ha intentado “reconstruir un ambiente favorable para los hombres y los polinizadores” en la localidad de Saint-Maurice de Ventalon, en el departamento de Lozera, en el sur del país.

Fue un apicultor de 99 años, Paul Chapelle, quien le hizo descubrir las colmenas en troncos de árboles, un modelo multisectorial de apicultura sostenible, inspirado del proceso de anidación de abejas en la naturaleza en troncos huecos de árboles ancestrales..

“Esta colmena en un tronco de árbol tiene tres siglos”, explica Yves-Elie Laurent, señalando unos veinte troncos huecos de castaños cubiertos de tejas.

La mayoría están vacías pero al interior de dos de ellas docenas de abejas fabrican espléndidos alvéolos.

RETORNO DEL POLEN

Como parte de las investigaciones antropológicas descubrieron que “hace miles de años, nuestros ancestros entendieron que esto era bueno para las abejas, sobre todo porque esta técnica las protege del viento y la humedad, algo que odian”, señala Laurent.

“El corazón de la colmena debe mantenerse a una temperatura de 35 grados para que las larvas se desarrollen bien”, explica Lucile Quentin, una de las encargadas del proyecto.

Como parte de la transmisión de los conocimientos técnicos que forman parte de sus misiones, la asociación construye un nueva colmena-tronco de dos pisos y 10 colmenas en las orillas del río Tarn.

Este modelo ancestral es una fuente de inspiración en Francia y en otros países para una apicultura sedentaria y respetuosa de los ritmos naturales.

La asociación también plantó sarraceno durante dos años cerca de las colmenas.

“Esta planta abandonada durante un buen tiempo ofrece un gran recurso para los polinizadores, con un florecimiento de un mes y medio en julio/agosto, cuando otras fuentes se han secado”, explica Yves-Elie Laurent.

El regreso del sarraceno, una planta que no requiere pesticidas ni herbicidas, tuvo un efecto inmediato: “En el momento de la floración, notamos el regreso de muchos insectos polinizadores: abejorros, mariposas, mariquitas, escarabajos, abejas silvestres”, enumera Lucile Quentin.

Este cultivo ha hecho posible también la producción local de alimentos sin gluten - harina, pasta, galletas - que se comercializan en circuitos cortos, dice Quentin.

La asociación espera implementar un proyecto de desarrollo territorial integral que pueda beneficiar a los residentes, pero también a los comercios y logre impulsar al turismo en esta región del sur de Francia.

Colmenas en troncos de árboles o cultivo de campos de sarraceno, son algunas de las prácticas ancestrales rescatadas por una asociación en el sur de Francia que se ha propuesto salvar a las abejas negras, en peligro de desaparición.

“Nuestros ancestros tenían una sensibilidad hacia la naturaleza que es muy importante transmitir para volver a una apicultura y agricultura sostenibles”, explica Yves-Elie Laurent, quien lanzó en 2008 la asociación El árbol de abejas y el proyecto agrocultural del Valle de la abeja negra.

Instalada desde hace más de un millón de años en el noroeste de Europa, esta abeja, que produce miel de gran calidad, ha sido víctima de varios factores que amenazan su supervivencia, como la importación masiva de otras subespecies, pesticidas, virus y parásitos.

Para evitar que desaparezca, Laurent ha intentado “reconstruir un ambiente favorable para los hombres y los polinizadores” en la localidad de Saint-Maurice de Ventalon, en el departamento de Lozera, en el sur del país.

Fue un apicultor de 99 años, Paul Chapelle, quien le hizo descubrir las colmenas en troncos de árboles, un modelo multisectorial de apicultura sostenible, inspirado del proceso de anidación de abejas en la naturaleza en troncos huecos de árboles ancestrales..

“Esta colmena en un tronco de árbol tiene tres siglos”, explica Yves-Elie Laurent, señalando unos veinte troncos huecos de castaños cubiertos de tejas.

La mayoría están vacías pero al interior de dos de ellas docenas de abejas fabrican espléndidos alvéolos.

RETORNO DEL POLEN

Como parte de las investigaciones antropológicas descubrieron que “hace miles de años, nuestros ancestros entendieron que esto era bueno para las abejas, sobre todo porque esta técnica las protege del viento y la humedad, algo que odian”, señala Laurent.

“El corazón de la colmena debe mantenerse a una temperatura de 35 grados para que las larvas se desarrollen bien”, explica Lucile Quentin, una de las encargadas del proyecto.

Como parte de la transmisión de los conocimientos técnicos que forman parte de sus misiones, la asociación construye un nueva colmena-tronco de dos pisos y 10 colmenas en las orillas del río Tarn.

Este modelo ancestral es una fuente de inspiración en Francia y en otros países para una apicultura sedentaria y respetuosa de los ritmos naturales.

La asociación también plantó sarraceno durante dos años cerca de las colmenas.

“Esta planta abandonada durante un buen tiempo ofrece un gran recurso para los polinizadores, con un florecimiento de un mes y medio en julio/agosto, cuando otras fuentes se han secado”, explica Yves-Elie Laurent.

El regreso del sarraceno, una planta que no requiere pesticidas ni herbicidas, tuvo un efecto inmediato: “En el momento de la floración, notamos el regreso de muchos insectos polinizadores: abejorros, mariposas, mariquitas, escarabajos, abejas silvestres”, enumera Lucile Quentin.

Este cultivo ha hecho posible también la producción local de alimentos sin gluten - harina, pasta, galletas - que se comercializan en circuitos cortos, dice Quentin.

La asociación espera implementar un proyecto de desarrollo territorial integral que pueda beneficiar a los residentes, pero también a los comercios y logre impulsar al turismo en esta región del sur de Francia.

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