Aunque en México nunca ha gozado de la misma popularidad que otros géneros como el rock o la cumbia, el jazz es una industria que, si bien crece de forma sostenida, presenta dificultades muy similares a las que tenía hace 40 años.
El Festival de Jazz de Polanco es un termómetro óptimo para medir la vitalidad de la escena. Lo que comenzó en 2013 como un festival pequeño con un puñado de bandas hoy es un encuentro musical internacional que convoca a hasta cuatro mil personas por edición, comparte su fundador Eddie Schwartz.
“El jazz se está abriendo más a los jóvenes, hay suficientes festivales, muchos grupos y está creciendo la escena año con año. Casi cada estado de la República tiene su festival. Recientemente acabo de hacer uno en Punta Mita y nos fue muy bien”, asegura el empresario.
Del lado de los músicos también existe una percepción de una escena sólida, aunque no exenta de problemas. Nana Mendoza, violinista de profesión y cantante de jazz, considera que hacen falta espacios para tocar.
“En los foros que hay en México, hay varios que parece que te están haciendo un favor a ti como artista. No existe un trato bueno, no hay una paga buena y eso tiene que cambiar”, dice esta cantante egresada del Conservatorio Nacional de Música.
Otro problema es que a los grandes sellos discográficos no les interesa el género. Y aunque Sony Music o Warner Music tienen propuestas de jazz, no representan ni el 5% de su oferta total de artistas.
“Varios amigos de Estados Unidos vienen a grabar un disco a México porque aquí es más barato, pero para nosotros (los músicos mexicanos) sigue siendo lo mismo. Si tienes un objetivo claro y el dinero necesario, es sencillo grabar un álbum. El detalle está en la difusión, cómo lo vamos a distribuir, cómo haremos que la gente lo escuche, dónde vamos a tocar”, afirma Mendoza, quien admite que en este momento no vive del jazz, sino de otros proyectos alternos, como su participación en el musical Disney myst.
Alex Mercado, uno de los músicos mexicanos de jazz más reconocidos del mundo, afirma que en México todavía no se llega a ese punto en el que se pueda vivir exclusivamente del jazz.
“(Muchos músicos) tienen actividades complementarias como la docencia o el mismo oficio de músico, pero tocando con otros artistas, en eventos privados, grabando en otros estilos que no forzosamente son jazz. Sin embargo, hace falta un sustento, lugares donde tocar, festivales y disqueras. También necesitamos una agencia promotora de jazz”, observa el pianista, quien ha tocado en el Palacio de Bellas Artes, en Estados Unidos y en Inglaterra.
De hecho, al ver que su profesión como jazzista no era suficiente para subsanar la calidad de su carrera musical, recurrió a un apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
“La escena del jazz en México ha cambiado mucho desde finales de los años 90. Se empezaron a editar algunos discos y creció el interés por un género que había sido muy olvidado en los 70 y 80. Jazz FM dio mucho impulso al género, aunque no se programaban muchos artistas locales. Pero en el 2000 surge Horizonte y se abren más espacios para difundirlo”, dice Octavio Echávarri, exconductor de Horizonte 107.9 FM y promotor de jazzistas como Héctor Infanzón.
También influyó el nacimiento de escuelas o la apertura de espacios en conservatorios dedicados exclusivamente a la enseñanza del jazz y no sólo a la música clásica, afirma.
“El jazz se ha convertido en el caviar dentro de una industria en la que todo son tacos de suadero. Si bien hay espacios ganados, este género es una serie de islas aisladas que necesitan mayor interconexión”, comenta Michel Duhart, socio de Hobos, foro dedicado a la difusión del blues, el jazz y el rock en la Ciudad de México.
“El jazz es mucho de apreciación y de entendimiento, incluso tiene una alta gama de necesidad de abstracción para que la gente conecte. Independientemente de que sea una cultura muy viva, el jazz no se ha masificado y creo que nunca lo hará, porque creo que ha sido una víctima colateral de la industria musical a nivel global”, agrega Duhart, quien admite que, para mantener un lugar como Hobos, se necesita de un amor indiscutible a la música, pero también de tener los pies en la tierra para saber que “no tenemos la esperanza puesta en Hobos para que nos saque de pobres”.
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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), celebra desde 2011 el Día Internacional del Jazz, como símbolo de unidad.
Herbie Hancock, jazzista y Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, dijo en su declaratoria de este año: “Ante múltiples conflictos y divisiones en muchas partes del mundo, espero que a través del lenguaje universal del jazz nuestra celebración pueda inspirar a personas de todas las naciones a sanar, tener esperanza y trabajar juntos por la paz”.