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Ciudad Juárez, Chihuahua.- Su talento y amor a lo que hace, ha mantenido al señor Antonio Hernández Camacho en la avenida Juárez por más de 52 años.
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El calado de llaves, es el arte al que ha decidido entregar la mayor parte de su vida, y el cual le ha dado la oportunidad de representar a México en diversos lugares del mundo.
Fue desde los 14 años de edad que Hernández Camacho, comenzó a dedicarse a este trabajo, el cual aprendió de su padre.
Después de la secundaria ya no quise estudiar, entonces mi papá me trajo a aprender el arte de las llaves y así inicié
Su padre inició en el año de 1933, pero hasta 1964 compartió con su hijo la misma pasión, y comenzaron a ofrecer estas llaves de bronce grabadas.
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Sentados sobre una mesa de madera en la avenida Juárez, lograban llamar la atención de todo aquel turista que ingresaba a México, pues el arte que ellos hacían era único y admirable.
En aquel entonces, esta avenida estaba en su mayor aposento, como si parecieran Las Vegas, explicó.
En ese momento, uno podía ver a los turistas que venían de aquel lado, a los soldados y todas las gentes del mundo, con decir que hasta aprendí varios idiomas como el Inglés, Japonés y Alemán, era una escuela de lenguas
Su manera de tratar al cliente, le fue dando el cariño de todo aquel visitante que llegaba a comprarle, quienes al día de hoy aún pasan a saludarlo.
“Me gusta mucho mi trabajo, porque cada vez que pongo mi mesa, tengo una amista, conozco a una persona, por eso me gusta mucho, mucho mi trabajo”, compartió.
Además, su gusto por lo que hace lo llevó a representar la cultura de México en diferentes partes del mundo como Dublín, Berlín, Madrid, Boston, Florida y Dallas.
Yo fui a llevar mi exposición de arte, representando a México, les gustó mucho como hago el calado de llaves porque es manual
Por lo anterior, mencionó que en aquel entonces el 95 por ciento de su clientela eran norteamericanos.
“Antes no caía casi moneda mexicana, se ganaba mucho, llegue a ganar hasta 300 dólares por día, ahora no, esto ha bajado mucho, ya no es nada de lo que era antes”, platicó.
Dedicado a esto, Hernández Camacho, logró darles estudio a sus hijos, así como pudo hacerse de su hogar y hasta el día de hoy sacar para comer.
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Hoy, a sus 66 años, recuerda con nostalgia lo que un día fue su negocio, aunque ya no sea lo mismo de antes, no podría dejar este lugar que tanto le dio.
Me pongo triste, pero a la vez le echo muchas ganas, porque si yo no estoy aquí, yo me muero, estoy muy impuesto, mis amigos, mis amistades, viene uno que otro norteamericano aún a saludarme, pero aquellos años ya no van a venir recordó mientras se le venían recuerdos a su mente.
Por último, mencionó que ahora es difícil encontrar quien realice el mismo trabajo y no lo ofrezca tan caro, sin embargo, el señor Hernández continúa ofreciendo su arte al mismo precio.
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