Memorias de Chihuahua
Una de las preguntas más comunes que realizan los usuarios al consultar el Archivo Histórico de Nuevo Casas Grandes –y es de suponerse que también suceda en otros archivos- es sobre cuál es el documento más antiguo que está a resguardo del acervo.
La formulación de dicha pregunta suele comprenderse, ya que nuestra mente supone a primera instancia que al consultar el archivo más longevo significa encontrar el hilo negro de las cosas. Si bien este pensamiento es erróneo, vale la pena realizar este tipo de consultas para darse en breve idea de las dinámicas de antaño.
Con anterioridad se ha expuesto que el origen de Nuevo Casas Grandes se remonta hacia 1897 con el arribo de las máquinas ferrocarrileras provenientes de ciudad Juárez, lo cual nos permite suponer que los documentos más antiguos en el acervo datan de esa época. Sin embargo, existe una curiosa excepción, ya que el documento más longevo data de por lo menos 66 años antes de la llegada de la locomotora a la región de Casas Grandes.
El caso que nos compete en esta ocasión es sobre una serie de documentos de índole notarial, es decir, tiene que ver con solares y terrenos. El asunto gira en torno a un oficio hecho llegar por el señor Lázaro Varela al conciliador del Valle de Casas Grandes un 11 de junio de 1831. Dicho remitente menciona que es nacido en la Villa del Llano y que residía en el Valle de Casas Grandes y se dirigió al conciliador con el propósito de que este último pudiera prescribirle un terreno que había comprado a la madre y hermana menor del señor Tomás Mendoza, personas que también residían en el antiguo Valle de Casas Grandes.
Dicho terreno se encontraba en los márgenes del río Casas Grandes y la medida del pedazo de tierra era de 200 varas. Según la descripción, este se encontraba en una zona entre el río y un callejón, en un área tupida de álamos y acequias, mismo que se utilizaría para fines agrícolas.
Dos días después de haberse puesto en contacto con el conciliador, Lorenzo Varela recibe contestación de este último, avisándole que dicho terreno había quedado a su nombre sin ningún problema.
Lo anterior nos permite entrever un poco sobre las dinámicas de poblamiento en el norte de México. Debemos recordar que antiguamente las personas dudaban demasiado en venir a poblar el septentrión mexicano debido a las constantes oleadas por parte de la comunidad apache, y no menos importante, las inclemencias del clima, mismas que no permitían una agricultura para sobrevivir, lo que quizá explique la instalación de la población cerca de los cuerpos de agua.
Así mismo, vale la pena contrastar los problemas que se enfrentaban nuestros antepasados a diferencia de los que tenemos hoy en día.
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