Memorias de Chihuahua
El contexto histórico de las expediciones del explorador Car Lumholtz a la Sierra Madre Occidental entre 1890 y 1905, organizadas por el Museo Americano de Historia Natural, se enmarca en las interacciones intelectuales que caracterizaron a México durante el último periodo del Porfiriato, así como en la "era de los museos" en la historia de la antropología. Estos procesos se entrelazan en el análisis del "retroceso que implicaba el indio en la industrialización de México” lo cual generó un espacio histórico y cultural que se convirtió en un laboratorio para la antropología de la época. La reflexión se centra en el coleccionismo etnográfico, que se llevaba a cabo bajo la percepción de la inminente desaparición de las sociedades indígenas, a medida que estas se integraban como ciudadanos en el moderno estado mexicano.
Las colecciones fotográficas de estas expediciones aun son preservadas y exhibidas en los museos, contribuyendo a la construcción de narrativas sobre la antigua cultura Paquimé (Casas Grandes) que no solo se limitó a el desierto chihuahuense si no que abarcó gran parte de la sierra tarahumara lo que yo en su lugar llamaría la sierra paquimeña.
Hace más de 120 años, Carl Lumholtz se cuestionó que si los españoles, al “descubrir y conquistar” la región noroeste del ahora estado de Chihuahua, llegaron a cuevas aún ocupadas por nativos. ¿Sería posible que descendientes de estos aun habitaran el noroeste de México hasta ese momento tan poco explorado?
Este cuestionamiento guió a Carl Lumholtz durante sus expediciones comprobando la existencia de casas en acantilados ubicadas al norte de México aun que estas ya en ruinas y sin la presencia de las culturas que las habían habitado en la antigüedad pero le permitió conocer otras culturas. Tras obtener el patrocinio de instituciones como la Sociedad Geográfica Americana y el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, que, sumados al interés del gobierno estadounidense, le facilitaron tener audiencias con Porfirio Díaz y algunos miembros de su gabinete.
En 1893, el Diario Oficial de México publicó una estadística que revelaba que de una población nacional de 11,395,712 habitantes, un 38% eran indígenas. Esta cifra evidenciaba un reto significativo para el gobierno porfirista, que veía a la población indígena como un “problema” que amenazaba el desarrollo del proyecto capitalista que buscaba impulsar la producción de bienes y la explotación de recursos naturales.
Sin embargo, el objetivo de Lumholtz, que iba más allá del interés arqueológico, era ante todo etnográfico. Él se propuso registrar y comprender la vida de los habitantes de las regiones que exploró, con especial énfasis en la ya extinta cultura Paquimé, situada en el noroeste del estado de Chihuahua. Esta antigua ciudad, reconocida por su gran arquitectura y sistemas de agua sofisticados, este patrón de construcción se extendía por toda la Sierra Madre Occidental.
Lumholtz se interesó por la forma de vida de las comunidades indígenas que habitaban este vasto territorio, buscando entender sus costumbres, tradiciones y la relación que tenían con su entorno. En sus relatos, destaca la riqueza cultural de los pueblos del noroeste de México, que, a pesar de los desafíos impuestos por el estado moderno, continuaban preservando su identidad y tradiciones ancestrales.
El trabajo de Lumholtz no solo aportó valiosos registros etnográficos, sino que también puso de relieve la importancia de comprender y valorar la diversidad cultural en el contexto de un México en transformación.
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Entre 1891 y 1898, Carl Lumholtz llevó a cabo cuatro expediciones a México. Su primera expedición se realizó en compañía de un grupo de ocho científicos, incluyendo geógrafos, laboratoristas, arqueólogos, botánicos, zoólogos y geólogos. Con el tiempo, Lumholtz exploró solo, en ocasiones durante períodos tan prolongados como tres años. Durante estas expediciones, logró recopilar una gran cantidad de piezas arqueológicas, fósiles, y muestras de flora y fauna, además de realizar un extenso registro fotográfico que supera las 2,500 imágenes.
Para su segunda visita a la Sierra de Chihuahua, se le asignó al fotógrafo G.H. Taylor el cuál produjo los registros fotográficos en un periodo de transición tecnológica, donde la fotografía pasó de ser lenta, utilizando negativos en placas, a métodos más rápidos con rollos que permitieron la captura instantánea de imágenes. Esto inmortalizó zonas arqueológicas inexistentes en la actualidad
Lumholtz empezó a publicar sus descubrimientos tras regresar de su primera expedición, pero fue en 1902 cuando se publicó su obra “El México desconocido: un registro de cinco años entre las tribus de la Sierra Madre Occidental". Este libro se convirtió en una fuente fundamental para comprender el proyecto porfiriano de nación y su interacción con los pueblos indígenas, siendo una obra de gran relevancia en su tiempo que mostró la curiosidad propia de su enfoque científico.