Memorias de Chihuahua
Era la fría mañana del 20 de enero de 1963. A las orillas del municipio de Nuevo Casas Grandes se podía vislumbrar una humareda ocasionada por los tanques de diésel encendidos, los cuales, tenían como objetivo rescatar el cultivo de durazno de aquellas espantosas heladas que azotaban la región; así mismo, en medio de las colonias, la situación era la misma, solo que el humo era ocasionado por las estufas de leña que procuraban salvar de una hipotermia a las personas que aún se encontraban al interior de sus hogares. Lamentablemente, ni el diésel ni la leña pudieron poner todo a resguardo, ya que el frío no era el único problema al que se podía enfrentar la gente de aquel municipio.
Así, en aquella mañana de enero, se encontraba la familia Acosta al interior de su hogar ubicado en la avenida Álvaro Obregón. En dicha casa se hallaban el señor E. Acosta, el cual ya tenía demasiado tiempo padeciendo afecciones respiratorias, su esposa la señora E. Arvizu, un ama de casa bastante comprometida con el cuidado de su familia, y el hijo de esta pareja, el señor C. Acosta. Todo parecía andar con mucha normalidad aquella mañana, sin embargo, un fuerte estruendo pudo escucharse al interior del cuarto del jefe de familia; asustados, esposa e hijo fueron rápidamente a averiguar qué era lo que había ocurrido, y al abrir la puerta, se percataron de que el cuerpo del señor E. Acosta yacía sin vida en su cama con un disparo en la cien.
Ambos no podían creer lo que había ocurrido. La sangre estaba por doquier, la cabecera de la cama se había vuelto roja y al lado izquierdo del cuerpo de E. Acosta estaba aquel instrumento que le había facilitado a concretar tan espantosa decisión, la cual era un arma de fuego Smith calibre 38. Ante desgarradora escena, la familia no tuvo más opción que dar aviso a las autoridades correspondientes.
Al cabo de una hora, el Ministerio Público ya se encontraba en el lugar de la escena. Procedieron a recoger el cuerpo junto con el arma y también comenzaron a interrogar únicamente a la viuda. Esta última declaró que su fallecido esposo padecía desde mucho tiempo atrás un asma bronquial incurable, misma enfermedad que lo mantuvo en una constantemente crisis nerviosa. Según la declarante, llevaron al pobre señor a diversos especialistas ubicados en ciudad Juárez y El Paso, logrando únicamente remedios temporales. La situación se complicó algunos meses atrás antes del suicidio, cuando fueron a El Paso a visitar a otros especialistas ya que la salud del señor Acosta se había complicado y estos lamentablemente le dieron al paciente diagnósticos para nada agradables. Fue ahí que las crisis nerviosas del señor E. Acosta aumentaron de forma exponencial.
La señora E. Arvizu comenzó a sentir preocupación, por los desequilibrios de su marido, a lo cual procedió a ocultar aquella arma de fuego que tenían en la casa, misma que utilizaban para su propia seguridad. No obstante, el 19 de enero – un día antes del suicidio-, el señor halló la pistola y este le dijo a su esposa que no se preocupara, que la llevaría a la casa de su hija. E. Arvizu creyó en aquellas palabras de su esposo sin imaginar que muy probablemente aquella pistola estuvo guardada debajo de aquella cama en la cual al día siguiente estaría el cuerpo sin vida de E. Acosta.
Terminada la declaración de E. Arvizu y tras le recolección de otras evidencias, el Ministerio Público dictaminó sin problema alguno que fue un suicidio, procediendo así a dar el carpetazo.
Facebook: Archivo Histórico Municipal de Parral