/ viernes 28 de junio de 2024

¿Y usted cómo se llama?

Sin duda, lo primero que hacemos cuando conocemos a alguien, es presentarnos y preguntar su nombre; y esto ha sido desde hace cientos o miles de años.

El nombre que tenemos y con el que nos identificamos, dice mucho de nosotros y de quienes nos lo han puesto, también de la sociedad, sus modas, historia y evolución.

De ahí la necesidad y el deseo, de ser y ser designado.

¿Alguien lo recuerda? “Yo Tarzán, tú Jane”, lo cual es una muestra, de que lo primero que se nos ocurre, cuando conocemos a alguien, y en ocasiones, no importa el lugar donde nos encontremos, sobre todo si vamos de vacaciones.

Interesante saber que el nombre es nuestra primera señal de consonancia, aquello que nos identifica y nos da entidad.

Aunque con toda seguridad, existen algunas personas que no les gusta su nombre y cuando alcanzan la mayoría de edad, recurren a procedimientos jurídicos y/o legales, ante las instituciones correspondientes, para cambiar su nombre.

Por otra parte, recordemos que el apellido en algunas culturas no existía, sin embargo, no comenzaron en un solo lugar, sino de forma espontánea o cuando un reino conquistaba otro.

Los apellidos, correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas.

A medida que los imperios, comenzaron a descubrir y conquistar nuevos territorios, impusieron el uso de apellidos en la población.

En el caso de los esclavos, se hizo lo mismo, su amo era el encargado de otorgárselos. Así que cuando el uso de apellidos se hizo más común y las diferentes culturas se mezclaron, muchos apellidos fueron traducidos de un idioma a otro, o sufrieron pequeñas modificaciones, para hacerles parecer originarios de otro lugar y no sufrir discriminación.

Por supuesto que los apellidos, pueden ser muy diferentes, pero si los revisamos, tienen un significado lógico. Lo más común es que, al día de hoy, los apellidos son resultado de las costumbres de una región, un pueblo o un país.

Recordemos, que el apellido es heredable, pero el nombre es “libre elección”, el cual dará a conocer la cultura y el aspecto social, en el que se desarrollan nuestros padres.

No hace mucho tiempo en nuestro país, se tenía la costumbre de dar al niño(a) el nombre del santo del día en que nació, pero esto fue cayendo en desuso, o en su caso le ponían el nombre del padre, abuelo y bisabuelo, así que, tal vez usted estimado lector, conoce a alguien que tiene hasta 3 o 4 nombres.

No imagino la cara de sorpresa de la maestra o el maestro, cuando pasaba lista, a aquel alumno(a) al iniciar la clase; y pensar que esto, es todos los días.

Sin embargo, esta demostrado que, entre el ocho y el diez por ciento, de los padres se han arrepentido, de los nombres elegidos para sus vástagos, y un buen número de ellos ha pensado en cambiarlos.

Recordemos que el nombre, forma parte de nosotros y al mismo tiempo de nuestra personalidad, nos dan información sobre el origen, cultura, lengua, clase social, género o incluso una edad determinada.

Por lo que los padres de familia, debemos de tomar una decisión, si no la más importante, sí una de las más esenciales y determinantes, que es la elección del nombre de nuestros hijos(as).

Como seres sociales que somos, el nombre propio (sea su nombre de pila, su apellido, y en ocasiones su sobrenombre o su apodo) es el elemento con el que se identifica, el que le hace distinto a los demás, el que le dota, al final de existencia.

Con el conocimiento del nombre de alguien, se obtiene información suficiente, incluso, para sentir ciertas emociones hacia esa persona.

De tal forma, que el nombre, es la tarjeta de presentación de una persona.

Porque aún en pleno S XXI, con solo saber cómo se llama una persona, desafortunadamente se le desestima para un puesto de trabajo, o se le niega un contrato de alquiler; así que el clasismo y el racismo, en muchos países, aún sigue vigente.

Recordemos que los nombres propios, dan tanta información que en la actualidad están protegidos por leyes especiales de protección de datos, para evitar el abuso por parte de terceros.

Los nombres son parte importante de nuestra identidad. Nos ayudan a reconocernos ante el espejo y a decir a los demás quiénes somos y de dónde venimos.

Porque toda relación, comienza cuando sabemos y pronunciamos nuestro nombre.

Por lo que preguntaría:

¿Y a usted estimado lector(a) le gusta su nombre?

Sin duda, lo primero que hacemos cuando conocemos a alguien, es presentarnos y preguntar su nombre; y esto ha sido desde hace cientos o miles de años.

El nombre que tenemos y con el que nos identificamos, dice mucho de nosotros y de quienes nos lo han puesto, también de la sociedad, sus modas, historia y evolución.

De ahí la necesidad y el deseo, de ser y ser designado.

¿Alguien lo recuerda? “Yo Tarzán, tú Jane”, lo cual es una muestra, de que lo primero que se nos ocurre, cuando conocemos a alguien, y en ocasiones, no importa el lugar donde nos encontremos, sobre todo si vamos de vacaciones.

Interesante saber que el nombre es nuestra primera señal de consonancia, aquello que nos identifica y nos da entidad.

Aunque con toda seguridad, existen algunas personas que no les gusta su nombre y cuando alcanzan la mayoría de edad, recurren a procedimientos jurídicos y/o legales, ante las instituciones correspondientes, para cambiar su nombre.

Por otra parte, recordemos que el apellido en algunas culturas no existía, sin embargo, no comenzaron en un solo lugar, sino de forma espontánea o cuando un reino conquistaba otro.

Los apellidos, correspondían al lugar de origen de la persona, su oficio o bien a características físicas distintivas.

A medida que los imperios, comenzaron a descubrir y conquistar nuevos territorios, impusieron el uso de apellidos en la población.

En el caso de los esclavos, se hizo lo mismo, su amo era el encargado de otorgárselos. Así que cuando el uso de apellidos se hizo más común y las diferentes culturas se mezclaron, muchos apellidos fueron traducidos de un idioma a otro, o sufrieron pequeñas modificaciones, para hacerles parecer originarios de otro lugar y no sufrir discriminación.

Por supuesto que los apellidos, pueden ser muy diferentes, pero si los revisamos, tienen un significado lógico. Lo más común es que, al día de hoy, los apellidos son resultado de las costumbres de una región, un pueblo o un país.

Recordemos, que el apellido es heredable, pero el nombre es “libre elección”, el cual dará a conocer la cultura y el aspecto social, en el que se desarrollan nuestros padres.

No hace mucho tiempo en nuestro país, se tenía la costumbre de dar al niño(a) el nombre del santo del día en que nació, pero esto fue cayendo en desuso, o en su caso le ponían el nombre del padre, abuelo y bisabuelo, así que, tal vez usted estimado lector, conoce a alguien que tiene hasta 3 o 4 nombres.

No imagino la cara de sorpresa de la maestra o el maestro, cuando pasaba lista, a aquel alumno(a) al iniciar la clase; y pensar que esto, es todos los días.

Sin embargo, esta demostrado que, entre el ocho y el diez por ciento, de los padres se han arrepentido, de los nombres elegidos para sus vástagos, y un buen número de ellos ha pensado en cambiarlos.

Recordemos que el nombre, forma parte de nosotros y al mismo tiempo de nuestra personalidad, nos dan información sobre el origen, cultura, lengua, clase social, género o incluso una edad determinada.

Por lo que los padres de familia, debemos de tomar una decisión, si no la más importante, sí una de las más esenciales y determinantes, que es la elección del nombre de nuestros hijos(as).

Como seres sociales que somos, el nombre propio (sea su nombre de pila, su apellido, y en ocasiones su sobrenombre o su apodo) es el elemento con el que se identifica, el que le hace distinto a los demás, el que le dota, al final de existencia.

Con el conocimiento del nombre de alguien, se obtiene información suficiente, incluso, para sentir ciertas emociones hacia esa persona.

De tal forma, que el nombre, es la tarjeta de presentación de una persona.

Porque aún en pleno S XXI, con solo saber cómo se llama una persona, desafortunadamente se le desestima para un puesto de trabajo, o se le niega un contrato de alquiler; así que el clasismo y el racismo, en muchos países, aún sigue vigente.

Recordemos que los nombres propios, dan tanta información que en la actualidad están protegidos por leyes especiales de protección de datos, para evitar el abuso por parte de terceros.

Los nombres son parte importante de nuestra identidad. Nos ayudan a reconocernos ante el espejo y a decir a los demás quiénes somos y de dónde venimos.

Porque toda relación, comienza cuando sabemos y pronunciamos nuestro nombre.

Por lo que preguntaría:

¿Y a usted estimado lector(a) le gusta su nombre?

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viernes 23 de agosto de 2024

¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

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