/ viernes 12 de julio de 2024

Somos responsables de todo y de todos

Más allá de coincidir, no podemos negar que el pensamiento de los últimos años, lo refleja el interés de las disciplinas humanas y la ciencia, fincadas por un fundamento ético o religioso. Pareciera, que muy a pesar de la barbarie, que vivimos en este S XXI, en algunas regiones del planeta, e incluso también en nuestro país, nos obliga a responder de manera responsable, frente al problema de “otros” lo que alguna vez, fue el sentido humano del humano.

Recordemos que las intenciones, quedarán en una vaguedad de palabras, que se gastan y a veces, lo único que queda de ellas, es un cascaron hueco, que poco dice de lo que alguna vez fueron capaces de decir; pero sobre todo de provocar en el ser humano, el principio de recuperar su condición precisamente de ser humano.

Curiosamente, esta es la única condición de existencia, que nos permite sobrevivir al individualismo y/o la negación, que nos han distanciado de “otros”.

Es importante referir, que la tecnología y la informática nos acercan al mundo, pero al mismo tiempo nos ha provocado una enorme indiferencia de credo y cultura, los cuales conocemos solo a través de testimonios históricos.

También nos damos cuenta que nuestras emociones nos agobian y empezamos a retroceder en algo por lo que literalmente dejamos de […creer…]

Ahora el humano de la época contemporánea, parece ser el propio sepulturero, que se muestra indolente, insensible y apático.

Una realidad que cada vez nos conduce al caos. Un caos primigenio que se convierte en algo cíclico inmerso en la perturbación, que se refleja cuando un semejante pierde la vida.

Lo vocablos adquieren experiencia propia; pero ¿de qué hablar? O ¿Desde dónde hablar? Si las palabras han perdido la responsabilidad y el sentido de evolución.

De tal forma que las profecías nos permiten la posibilidad de continuar hablando y lejanamente vislumbrar un porvenir.

Así que ¿Cómo podríamos recuperar la confianza donde el comportamiento moral deba tener armonía?

De ahí que, siempre buscamos el lenguaje utópicamente esperanzador, frente a la tragedia.

Un lenguaje que nos permita descubrir, una profecía fincada en la conciencia de rescatar un presente, antes de que se fugue a la nada.

Recordemos que la libertad que tenemos hoy en día nos permite, entre otras cosas, “la libre elección”de creer o no creer en algo supremo; por lo que todos somos libres de tener las vehemencias que elijamos.

Los científicos y especialistas aseguran que […creer en un Dios…], no tiene que ser solo por el pensamiento de una persona, sino que influyen otros factores que nos hacen creer o no, lo que nos brinda un sentimiento de recompensa.

Pero cuando dejas de creer en algo, se gesta un desasosiego, acompañado por un sentimiento de soledad y abandono.

A todos seguramente nos ha pasado. Creemos con firmeza en algo, pero de repente un suceso nos hace cuestionarnos esa creencia, o simplemente se nos viene abajo una idea, que considerábamos totalmente clara y válida.

Cuando lo anterior ocurre, se produce por lo general una decepción y se desmorona todo aquello en lo que se creyera.

Lo cierto es que, después de un tiempo, cuando reflexionamos y recapacitamos, sobre la mayoría de esas cosas, nos damos cuenta de que no es que hayamos dejado de creer, sino que simplemente, creemos diferente, o en otra cosa, o incluso en la misma, pero con otra perspectiva.

Bajo esta condición, quizás hasta sería válido decir que creemos con otro sentido, ya que el ser humano está conformado por un sistema de creencias al que solemos aferrarnos, pues cuando se nos cae una creencia, comúnmente se debe a que la estamos cambiando por otra.

Porque difícilmente el ser humano dejará de creer en algo, ya que creer es parte esencial de nuestra vida.

Constituye el motivo que nos permite lograr muchas cosas y nos da fuerza, además de cierta manera nos vigoriza.

Así que, reemplazar la creencia por el entendimiento no es nada fácil, pero cuando sucede el cambio, esto nos va a permitir ver las cosas de manera más objetiva, y con menos sinsabores.

Será entonces que el valor de la palabra, retomará el lugar que le corresponde, frente una sociedad que debe comulgar, con un valor fortalecido y precisamente, es el valor dela vida, el cual debe ser primordial frente al caos.

¿Será cierto?

Más allá de coincidir, no podemos negar que el pensamiento de los últimos años, lo refleja el interés de las disciplinas humanas y la ciencia, fincadas por un fundamento ético o religioso. Pareciera, que muy a pesar de la barbarie, que vivimos en este S XXI, en algunas regiones del planeta, e incluso también en nuestro país, nos obliga a responder de manera responsable, frente al problema de “otros” lo que alguna vez, fue el sentido humano del humano.

Recordemos que las intenciones, quedarán en una vaguedad de palabras, que se gastan y a veces, lo único que queda de ellas, es un cascaron hueco, que poco dice de lo que alguna vez fueron capaces de decir; pero sobre todo de provocar en el ser humano, el principio de recuperar su condición precisamente de ser humano.

Curiosamente, esta es la única condición de existencia, que nos permite sobrevivir al individualismo y/o la negación, que nos han distanciado de “otros”.

Es importante referir, que la tecnología y la informática nos acercan al mundo, pero al mismo tiempo nos ha provocado una enorme indiferencia de credo y cultura, los cuales conocemos solo a través de testimonios históricos.

También nos damos cuenta que nuestras emociones nos agobian y empezamos a retroceder en algo por lo que literalmente dejamos de […creer…]

Ahora el humano de la época contemporánea, parece ser el propio sepulturero, que se muestra indolente, insensible y apático.

Una realidad que cada vez nos conduce al caos. Un caos primigenio que se convierte en algo cíclico inmerso en la perturbación, que se refleja cuando un semejante pierde la vida.

Lo vocablos adquieren experiencia propia; pero ¿de qué hablar? O ¿Desde dónde hablar? Si las palabras han perdido la responsabilidad y el sentido de evolución.

De tal forma que las profecías nos permiten la posibilidad de continuar hablando y lejanamente vislumbrar un porvenir.

Así que ¿Cómo podríamos recuperar la confianza donde el comportamiento moral deba tener armonía?

De ahí que, siempre buscamos el lenguaje utópicamente esperanzador, frente a la tragedia.

Un lenguaje que nos permita descubrir, una profecía fincada en la conciencia de rescatar un presente, antes de que se fugue a la nada.

Recordemos que la libertad que tenemos hoy en día nos permite, entre otras cosas, “la libre elección”de creer o no creer en algo supremo; por lo que todos somos libres de tener las vehemencias que elijamos.

Los científicos y especialistas aseguran que […creer en un Dios…], no tiene que ser solo por el pensamiento de una persona, sino que influyen otros factores que nos hacen creer o no, lo que nos brinda un sentimiento de recompensa.

Pero cuando dejas de creer en algo, se gesta un desasosiego, acompañado por un sentimiento de soledad y abandono.

A todos seguramente nos ha pasado. Creemos con firmeza en algo, pero de repente un suceso nos hace cuestionarnos esa creencia, o simplemente se nos viene abajo una idea, que considerábamos totalmente clara y válida.

Cuando lo anterior ocurre, se produce por lo general una decepción y se desmorona todo aquello en lo que se creyera.

Lo cierto es que, después de un tiempo, cuando reflexionamos y recapacitamos, sobre la mayoría de esas cosas, nos damos cuenta de que no es que hayamos dejado de creer, sino que simplemente, creemos diferente, o en otra cosa, o incluso en la misma, pero con otra perspectiva.

Bajo esta condición, quizás hasta sería válido decir que creemos con otro sentido, ya que el ser humano está conformado por un sistema de creencias al que solemos aferrarnos, pues cuando se nos cae una creencia, comúnmente se debe a que la estamos cambiando por otra.

Porque difícilmente el ser humano dejará de creer en algo, ya que creer es parte esencial de nuestra vida.

Constituye el motivo que nos permite lograr muchas cosas y nos da fuerza, además de cierta manera nos vigoriza.

Así que, reemplazar la creencia por el entendimiento no es nada fácil, pero cuando sucede el cambio, esto nos va a permitir ver las cosas de manera más objetiva, y con menos sinsabores.

Será entonces que el valor de la palabra, retomará el lugar que le corresponde, frente una sociedad que debe comulgar, con un valor fortalecido y precisamente, es el valor dela vida, el cual debe ser primordial frente al caos.

¿Será cierto?

ÚLTIMASCOLUMNAS
viernes 23 de agosto de 2024

¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

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