/ sábado 2 de diciembre de 2023

¿Por qué allá si y aquí no?

De acuerdo a especialistas, en la sabiduría oriental más antigua, los seres humanos, sólo tienen dos emociones reales como son; el amor y el miedo. Todos los demás sentimientos, buenos o malos, son ramales de estos sentimientos inmensos.

Pero, casi siempre pensamos que las emociones y el pensamiento son procesos antagónicos, lo cierto es que no reaccionamos ante la realidad, sino ante el significado que le conferimos a esa realidad, en la que influyen nuestras expectativas y necesidades.

El asunto es que, en las emociones, se desatan un conjunto de respuestas hormonales y neuroquímicas, que producen un estado de activación, impulsándonos a la acción inmediata que da por resultado experiencias relativamente fugaces que generan un alto grado de placer o displacer.

No obstante, emociones y sentimientos suelen ser difíciles de separar en la práctica ya que allí donde hay un sentimiento suele haber diferentes emociones y viceversa.

Por otro lado, el Dalai Lama; refiere que la naturaleza del ser humano es bondadosa y pacífica, que nuestra estructura física y corporal está diseñada más para el abrazo y la ternura, y no para la agresión y los actos ofensivos.

Seguramente todos ustedes se preguntarán;

¿Por qué si somos de naturaleza compasiva y bondadosa, existen tantas agresiones y violencia, en nuestra sociedad, incluso en nuestra vida personal?

Nadie lo puede negar, allá afuera hay más individuos, que se atreven a dañar a una persona incluso hasta quitarle la vida; también se ha incrementado la mentira, el chantaje, el soborno, y la explotación de seres humanos.

Recodemos que somo lo que pensamos; ya que con nuestros pensamientos construimos el mundo que habitamos.

En las culturas orientales, se promulga que cuando hablamos y actuamos con la intención de provocar daño y generar problemas a otros, esos problemas nos seguirán como una sombra.

En el contexto del dharma y las enseñanzas de Buda hace un poco más de 2,500 años, “mente” significa no sólo los procesos mentales asentados en el cerebro, sino también las sensaciones, sentimientos y emociones que el cuerpo experimenta.

En pocas palabras, hay que entender por mente todo aquello que nos sucede. De acuerdo a las enseñanzas de Buda; “mente, por lo tanto, es “espíritu”.

Por la premisa anterior, podemos afirmar que todos los hechos y circunstancias que vivimos han sido previamente definidos de algún modo por la mente.

Toda experiencia que vivimos, ya sea agradable, desagradable o neutra, es consecuencia del modo en que reacciona la mente a los estímulos internos y externos.

Por todo lo anterior, vemos que en el “papel” funciona perfectamente, pero en este mundo globalizado, donde hemos desarrollado una cultura basada en la lógica y el capitalismo, la materia, el consumo, las formas externas, las habilidades hacia lo cuantitativo y lo medible, los índices y las tasas, los porcentajes y las curvas logarítmicas, que parecen ser el sustento natural para pensar y sobrevivir el mundo actual; las enseñanzas de la cultura oriental con toda seguridad no son prioridad.

Hemos dejado de poner atención a las cualidades como: la intuición, la pasión, la poesía, el sentido, y sistemas inmateriales de la conciencia, el pensamiento y la reflexión que finalmente conducen a la sabiduría.

Posiblemente el primer pensamiento que surge, es que el costo que estamos pagando por este desequilibrio entre la lógica y la intuición, entre el dato y el corazón, es impresionante; a decir verdad, algunos nos encontramos en una situación desastrosa, debido al egoísmo, la agresividad y la perversidad que prevalecen en la sociedad.

Y no se trata de dar un mensaje moralista; sino, antes que nada, es importante reconocer que cada uno de nosotros, estamos expuestos a intenciones y motivaciones para poder actuar.

De acuerdo con las enseñanzas de Buda, la raíz fundamental de nuestras experiencias de dolor y sufrimiento, de malestar y perturbación interna, es la ignorancia, que no significa escasez de datos, información y análisis, sino que se refiere a la distorsión, de cómo percibimos al mundo y a nosotros mismos.

Probablemente es necesario hacer un alto; respirar profundamente y voltear hacia atrás, para ver que estamos haciendo mal.

Sin duda se vale cometer errores, porque equivocarse es de humanos, lo que no puede ser permisible, es no hacer nada, frente a errores y comprender con toda seguridad, que nuestros errores y actitudes también afectan y dañan a otras personas.

¿Será cierto?




De acuerdo a especialistas, en la sabiduría oriental más antigua, los seres humanos, sólo tienen dos emociones reales como son; el amor y el miedo. Todos los demás sentimientos, buenos o malos, son ramales de estos sentimientos inmensos.

Pero, casi siempre pensamos que las emociones y el pensamiento son procesos antagónicos, lo cierto es que no reaccionamos ante la realidad, sino ante el significado que le conferimos a esa realidad, en la que influyen nuestras expectativas y necesidades.

El asunto es que, en las emociones, se desatan un conjunto de respuestas hormonales y neuroquímicas, que producen un estado de activación, impulsándonos a la acción inmediata que da por resultado experiencias relativamente fugaces que generan un alto grado de placer o displacer.

No obstante, emociones y sentimientos suelen ser difíciles de separar en la práctica ya que allí donde hay un sentimiento suele haber diferentes emociones y viceversa.

Por otro lado, el Dalai Lama; refiere que la naturaleza del ser humano es bondadosa y pacífica, que nuestra estructura física y corporal está diseñada más para el abrazo y la ternura, y no para la agresión y los actos ofensivos.

Seguramente todos ustedes se preguntarán;

¿Por qué si somos de naturaleza compasiva y bondadosa, existen tantas agresiones y violencia, en nuestra sociedad, incluso en nuestra vida personal?

Nadie lo puede negar, allá afuera hay más individuos, que se atreven a dañar a una persona incluso hasta quitarle la vida; también se ha incrementado la mentira, el chantaje, el soborno, y la explotación de seres humanos.

Recodemos que somo lo que pensamos; ya que con nuestros pensamientos construimos el mundo que habitamos.

En las culturas orientales, se promulga que cuando hablamos y actuamos con la intención de provocar daño y generar problemas a otros, esos problemas nos seguirán como una sombra.

En el contexto del dharma y las enseñanzas de Buda hace un poco más de 2,500 años, “mente” significa no sólo los procesos mentales asentados en el cerebro, sino también las sensaciones, sentimientos y emociones que el cuerpo experimenta.

En pocas palabras, hay que entender por mente todo aquello que nos sucede. De acuerdo a las enseñanzas de Buda; “mente, por lo tanto, es “espíritu”.

Por la premisa anterior, podemos afirmar que todos los hechos y circunstancias que vivimos han sido previamente definidos de algún modo por la mente.

Toda experiencia que vivimos, ya sea agradable, desagradable o neutra, es consecuencia del modo en que reacciona la mente a los estímulos internos y externos.

Por todo lo anterior, vemos que en el “papel” funciona perfectamente, pero en este mundo globalizado, donde hemos desarrollado una cultura basada en la lógica y el capitalismo, la materia, el consumo, las formas externas, las habilidades hacia lo cuantitativo y lo medible, los índices y las tasas, los porcentajes y las curvas logarítmicas, que parecen ser el sustento natural para pensar y sobrevivir el mundo actual; las enseñanzas de la cultura oriental con toda seguridad no son prioridad.

Hemos dejado de poner atención a las cualidades como: la intuición, la pasión, la poesía, el sentido, y sistemas inmateriales de la conciencia, el pensamiento y la reflexión que finalmente conducen a la sabiduría.

Posiblemente el primer pensamiento que surge, es que el costo que estamos pagando por este desequilibrio entre la lógica y la intuición, entre el dato y el corazón, es impresionante; a decir verdad, algunos nos encontramos en una situación desastrosa, debido al egoísmo, la agresividad y la perversidad que prevalecen en la sociedad.

Y no se trata de dar un mensaje moralista; sino, antes que nada, es importante reconocer que cada uno de nosotros, estamos expuestos a intenciones y motivaciones para poder actuar.

De acuerdo con las enseñanzas de Buda, la raíz fundamental de nuestras experiencias de dolor y sufrimiento, de malestar y perturbación interna, es la ignorancia, que no significa escasez de datos, información y análisis, sino que se refiere a la distorsión, de cómo percibimos al mundo y a nosotros mismos.

Probablemente es necesario hacer un alto; respirar profundamente y voltear hacia atrás, para ver que estamos haciendo mal.

Sin duda se vale cometer errores, porque equivocarse es de humanos, lo que no puede ser permisible, es no hacer nada, frente a errores y comprender con toda seguridad, que nuestros errores y actitudes también afectan y dañan a otras personas.

¿Será cierto?




ÚLTIMASCOLUMNAS
viernes 23 de agosto de 2024

¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

Roberto Espíndola

viernes 16 de agosto de 2024

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Roberto Espíndola

viernes 09 de agosto de 2024

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viernes 02 de agosto de 2024

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