/ viernes 1 de noviembre de 2024

La discusión y la democracia

La democracia es un sistema de organización política que supone el ejercicio de la discusión como base para la toma de decisiones que afectan a la comunidad. En ella no se impone un solo punto de vista, sino que los diversos discursos se exponen a la crítica y de ella surgen las conclusiones que no son las de un solo interesado, sino las de una colectividad.

La colectividad promueve la vida democrática en tanto que es la vía que permite escuchar y hacerse escuchar al momento de exponer los temas de interés público. La democracia se sustenta en el diálogo y la discusión, es decir, en el reconocimiento de diversas perspectivas sobre los asuntos que conciernen a toda la comunidad.

La vida democrática nos obliga a discutir los temas que tienen que ver con los integrantes de la sociedad, temas que conforman la agenda pública, las prioridades de la comunidad, los planes para su desarrollo, las decisiones de poder que determinan las condiciones en que finalmente estamos conviviendo.

Por lo anterior, la discusión es indispensable; escuchar y ser escuchado, expresar nuestras inquietudes ciudadanas y escuchar las inquietudes de los demás. Se trata de un diálogo en el cual se somete a la razón cualquier tema de interés común, lo que implica arriesgarnos a la crítica de nuestras ideas.

Para que se dé un diálogo democrático -o discusión racional de lo público- es necesario que los demócratas se alisten para escuchar y hacerse escuchar, pero siempre bajo la guía de la razón, es decir, de la argumentación. Los demócratas no gritan, no amenazan, no golpean, no insultan ni mienten (nada de lo cual es dialógico); los demócratas razonan.

Lo que importa en la vida democrática es el discurso, el desarrollo de razonamientos, el proponer sobre una base de premisas racionalmente vinculadas. El discurso es lo que hay que someter a la discusión racional, las ideas o propuestas de unos son revisadas a la luz de la razón, es decir, son sometidas a la crítica racional.

Traer un discurso es traer un grupo de proposiciones o ideas entretejidas con la razón. Exponer ese discurso es presentarlo ante los demás para que lo revisen, para que lo analicen, para que lo cuestionen o critiquen. Todo discurso es un objeto de revisión o crítica (a veces no se hace así porque es impuesto desde un poder que prohíbe la discusión).

Los sistemas de gobierno democrático alientan el pensamiento crítico de sus ciudadanos desde sus primeros años en la escuela, porque hay consciencia de que debe haber un futuro garantizado para tal manera de organizarse políticamente. La democracia, entonces, se considera un valor que no se debe perder.

La democracia requiere individuos competentes para pensar con autonomía, dispuestos a someter sus discursos a la discusión y resueltos a defender el derecho de todos los que forman su sociedad para que piensen y se expresen libremente. Tanto la libertad como la discusión son elementos indispensables para dar y mantener el vigor de la vida democrática.


La democracia es un sistema de organización política que supone el ejercicio de la discusión como base para la toma de decisiones que afectan a la comunidad. En ella no se impone un solo punto de vista, sino que los diversos discursos se exponen a la crítica y de ella surgen las conclusiones que no son las de un solo interesado, sino las de una colectividad.

La colectividad promueve la vida democrática en tanto que es la vía que permite escuchar y hacerse escuchar al momento de exponer los temas de interés público. La democracia se sustenta en el diálogo y la discusión, es decir, en el reconocimiento de diversas perspectivas sobre los asuntos que conciernen a toda la comunidad.

La vida democrática nos obliga a discutir los temas que tienen que ver con los integrantes de la sociedad, temas que conforman la agenda pública, las prioridades de la comunidad, los planes para su desarrollo, las decisiones de poder que determinan las condiciones en que finalmente estamos conviviendo.

Por lo anterior, la discusión es indispensable; escuchar y ser escuchado, expresar nuestras inquietudes ciudadanas y escuchar las inquietudes de los demás. Se trata de un diálogo en el cual se somete a la razón cualquier tema de interés común, lo que implica arriesgarnos a la crítica de nuestras ideas.

Para que se dé un diálogo democrático -o discusión racional de lo público- es necesario que los demócratas se alisten para escuchar y hacerse escuchar, pero siempre bajo la guía de la razón, es decir, de la argumentación. Los demócratas no gritan, no amenazan, no golpean, no insultan ni mienten (nada de lo cual es dialógico); los demócratas razonan.

Lo que importa en la vida democrática es el discurso, el desarrollo de razonamientos, el proponer sobre una base de premisas racionalmente vinculadas. El discurso es lo que hay que someter a la discusión racional, las ideas o propuestas de unos son revisadas a la luz de la razón, es decir, son sometidas a la crítica racional.

Traer un discurso es traer un grupo de proposiciones o ideas entretejidas con la razón. Exponer ese discurso es presentarlo ante los demás para que lo revisen, para que lo analicen, para que lo cuestionen o critiquen. Todo discurso es un objeto de revisión o crítica (a veces no se hace así porque es impuesto desde un poder que prohíbe la discusión).

Los sistemas de gobierno democrático alientan el pensamiento crítico de sus ciudadanos desde sus primeros años en la escuela, porque hay consciencia de que debe haber un futuro garantizado para tal manera de organizarse políticamente. La democracia, entonces, se considera un valor que no se debe perder.

La democracia requiere individuos competentes para pensar con autonomía, dispuestos a someter sus discursos a la discusión y resueltos a defender el derecho de todos los que forman su sociedad para que piensen y se expresen libremente. Tanto la libertad como la discusión son elementos indispensables para dar y mantener el vigor de la vida democrática.