/ domingo 1 de septiembre de 2024

Juntos por la paz en Chihuahua

En mi paso por el servicio público he confirmado una y otra vez que la política como forma de organización humana tiene la impostergable misión de construir puentes de diálogo, generar comprensión y respaldo entre las personas, y acercarnos a un estado de mayor unidad. En este sentido la democracia y el equilibrio de los poderes hoy son el mejor camino hacia el consenso y hacia una gobernanza que se construye desde la corresponsabilidad y no desde la división.

Lamentablemente, noticieros del mundo nos confirman que diversas naciones de todo el globo atraviesan situaciones de mucha complejidad, donde las dicotomías, las posiciones antidemocráticas, el conflicto y la violencia siguen escalando, dejando a su paso mucho dolor humano en el camino.

Como líderes de Estado, y sobre todo como miembros de la comunidad, estos sucesos representan una alerta de emergencia, así como un llamado a la acción. Hoy más que nunca, nuestras fuerzas y capacidades como sociedad deben estar encaminadas a construir estrategias que nos permitan ganarle terreno a la necesidad, recuperar la tranquilidad de nuestras familias, y así evitar mucho dolor que sí puede ser evitado.

Fue con esa mirada que hace unos días realizamos la firma del Compromiso por la Paz, una iniciativa impulsada por la Conferencia del Episcopado Mexicano y la Compañía de Jesús, que reúne las voluntades de los distintos sectores de la sociedad para trabajar de manera colaborativa por la paz de nuestro país, sobre todo en las zonas de mayor marginación.

Esta firma de convenio cobra un sentido muy especial para nuestro Estado, no sólo por habernos convertido en el primer gobierno estatal en firmarlo, sino también porque con su realización, más allá del compromiso adquirido, ponemos de manifiesto la voluntad para colocar como prioridad las crisis humanitarias que tanto nos duelen como sociedad, es decir, hacer más que lo que se nos exige por ley.

Chihuahua ha vivido episodios difíciles en su historia, en los que la inseguridad nos ha lastimado profundamente, y nos ha recordado la necesidad de construir caminos hacia la paz. Hoy debemos agotar esfuerzos y voluntades para heredar la tranquilidad que merece nuestro estado, especialmente nuestra querida Sierra Tarahumara.

En un esfuerzo sin precedentes, e impulsados por la memoria de quienes entregaron su vida al servicio de su comunidad, en Chihuahua hemos trabajado para responder desde varios frentes para la consolidación de mejores condiciones de vida. Al día de hoy, podemos estar orgullosos de que la estrategia integral “Juntos por la Sierra Tarahumara”, ha tenido importantes resultados, que, por ocurrir en una región tan compleja, a veces no son muy ruidosos o visibles, pero que han significado un cambio de vida para muchas personas que antes sufrían abandono.

Sin embargo, aún falta mucho camino por recorrer. De la mano de los ocho pilares que integran este convenio recién firmado, tenemos la misión de fortalecer todas las acciones emprendidas en el gobierno, y sumar su perspectiva a nuestra causa común.

Estoy convencida de que el cambio que necesitamos sólo es posible trabajando juntos: academia, sector productivo, sociedad civil organizada, asociaciones religiosas y todos los niveles de gobierno.

Termino estas líneas agradeciendo la entrega e iniciativa de los miembros de la Iglesia Católica que hicieron posible esta suma de voluntades. A la Diócesis de la Tarahumara y a la Compañía de Jesús, les expreso mi admiración por su voluntad de servicio y por ser un motor de cambio.

No tengo dudas de que, de la mano de todos, habremos de mandar un mensaje de esperanza a toda la república: La paz en Chihuahua es posible y alcanzable.


En mi paso por el servicio público he confirmado una y otra vez que la política como forma de organización humana tiene la impostergable misión de construir puentes de diálogo, generar comprensión y respaldo entre las personas, y acercarnos a un estado de mayor unidad. En este sentido la democracia y el equilibrio de los poderes hoy son el mejor camino hacia el consenso y hacia una gobernanza que se construye desde la corresponsabilidad y no desde la división.

Lamentablemente, noticieros del mundo nos confirman que diversas naciones de todo el globo atraviesan situaciones de mucha complejidad, donde las dicotomías, las posiciones antidemocráticas, el conflicto y la violencia siguen escalando, dejando a su paso mucho dolor humano en el camino.

Como líderes de Estado, y sobre todo como miembros de la comunidad, estos sucesos representan una alerta de emergencia, así como un llamado a la acción. Hoy más que nunca, nuestras fuerzas y capacidades como sociedad deben estar encaminadas a construir estrategias que nos permitan ganarle terreno a la necesidad, recuperar la tranquilidad de nuestras familias, y así evitar mucho dolor que sí puede ser evitado.

Fue con esa mirada que hace unos días realizamos la firma del Compromiso por la Paz, una iniciativa impulsada por la Conferencia del Episcopado Mexicano y la Compañía de Jesús, que reúne las voluntades de los distintos sectores de la sociedad para trabajar de manera colaborativa por la paz de nuestro país, sobre todo en las zonas de mayor marginación.

Esta firma de convenio cobra un sentido muy especial para nuestro Estado, no sólo por habernos convertido en el primer gobierno estatal en firmarlo, sino también porque con su realización, más allá del compromiso adquirido, ponemos de manifiesto la voluntad para colocar como prioridad las crisis humanitarias que tanto nos duelen como sociedad, es decir, hacer más que lo que se nos exige por ley.

Chihuahua ha vivido episodios difíciles en su historia, en los que la inseguridad nos ha lastimado profundamente, y nos ha recordado la necesidad de construir caminos hacia la paz. Hoy debemos agotar esfuerzos y voluntades para heredar la tranquilidad que merece nuestro estado, especialmente nuestra querida Sierra Tarahumara.

En un esfuerzo sin precedentes, e impulsados por la memoria de quienes entregaron su vida al servicio de su comunidad, en Chihuahua hemos trabajado para responder desde varios frentes para la consolidación de mejores condiciones de vida. Al día de hoy, podemos estar orgullosos de que la estrategia integral “Juntos por la Sierra Tarahumara”, ha tenido importantes resultados, que, por ocurrir en una región tan compleja, a veces no son muy ruidosos o visibles, pero que han significado un cambio de vida para muchas personas que antes sufrían abandono.

Sin embargo, aún falta mucho camino por recorrer. De la mano de los ocho pilares que integran este convenio recién firmado, tenemos la misión de fortalecer todas las acciones emprendidas en el gobierno, y sumar su perspectiva a nuestra causa común.

Estoy convencida de que el cambio que necesitamos sólo es posible trabajando juntos: academia, sector productivo, sociedad civil organizada, asociaciones religiosas y todos los niveles de gobierno.

Termino estas líneas agradeciendo la entrega e iniciativa de los miembros de la Iglesia Católica que hicieron posible esta suma de voluntades. A la Diócesis de la Tarahumara y a la Compañía de Jesús, les expreso mi admiración por su voluntad de servicio y por ser un motor de cambio.

No tengo dudas de que, de la mano de todos, habremos de mandar un mensaje de esperanza a toda la república: La paz en Chihuahua es posible y alcanzable.