Aún tiene tiempo la derecha de pedir perdón
La aprobación histórica y unánime en el Senado de la República de la reforma constitucional que otorga un blindaje a los salarios mínimos contra la inflación, nos trae sin duda a la mente una reflexión que no debemos olvidar: el modelo salvaje que padeció la clase trabajadora por 36 años.
Casi cuatro décadas que gobiernos de derecha se dedicaron a despilfarrar el patrimonio nacional y subastaron al peor postor el esfuerzo de trabajadoras y trabajadores mexicanos ocasionando una debacle inmisericorde en sus ingresos.
Este modelo salvaje centrado en la explotación laboral, arrojó datos contundentes: En 1981, un día de salario mínimo equivalía a lo que se podía comprar con 398 pesos en 2018. Sin embargo, en 2018 un día de salario mínimo se pagaba en 87 pesos. De ese tamaño fue el asalto al pueblo trabajador mexicano.
Contrario a lo que ocurría antes del neoliberalismo, que asociaba la violencia a los lugares donde menos trabajo había, a mediados de los ochentas, este indicador cambió radicalmente, asociando los mayores índices delictivos en las ciudades donde había mayor oferta laboral. ¿Contradictorio, no? Pero así fue. Y es que por los bajísimos salarios tuvieron que incorporarse al mercado laboral, mamá, papá, tías, abuelos y hasta adolescentes que se vieron obligados a alterar sus actas de nacimiento para conseguir trabajo y entre todos subsistir materialmente.
Es decir, cuatro generaciones de los hijos de familias trabajadoras crecieron en condiciones de abandono. Este modelo de trabajo intensivo se multiplicó en ciudades fronterizas donde la participación de las madres trabajadoras alcanzó porcentajes muy por encima de la media nacional y combinado con los bajos salarios ocasionó la tragedia social que aún padecemos. ¡La semilla perniciosa del modelo neoliberal fue esa!, la que germinó ocasionando pobreza y violencia.
Al aprobar esta reforma constitucional se borra para siempre la tentación de utilizar el salario como un falso argumento para estabilizar la economía. Por eso me da tanta alegría que la Honorable Legislatura del Senado les haga justicia a las y los trabajadores, pues acercará como nunca, a garantizar el derecho a un salario digno, decente y remunerador.
Pero hay más: también se le hará justicia a los trabajadores públicos de la salud, educación y seguridad, al garantizar un salario mínimo, que corresponda al ingreso promedio mensual de los trabajadores afiliados al IMSS.
Así es, querida lectora y querido lector, estoy convencido de la bondad de esta reforma porque gracias a los incrementos salariales y a los Programas de Bienestar, la pobreza en México se redujo en menos de cuatro años como jamás había ocurrido en la historia de nuestro país.
Le voy a dar otros datos, entre septiembre del 2020 y septiembre del 2022 la pobreza multidimensional se redujo de 49.3 % a 36.3 %. Lo que permitió que más de ocho millones, casi nueve millones de mexicanas y mexicanos abandonaran esta condición a pesar de una pandemia que vaticinaba niveles de pobreza desoladores.
En la frontera norte el impacto de los aumentos salariales cambió radicalmente la situación de pobreza, pues entre septiembre de 2020 y septiembre de 2022, un millón 800 mil personas salieron de la pobreza; otras 653 mil dejaron de ser vulnerables a causa de sus ingresos y un millón 684 mil mejoraron su situación al punto de que Coneval los consideró NO POBRES y NO VULNERABLES. En suma, en la frontera norte fueron cuatro millones cien mil personas las que en sólo dos años mejoraron su condición.
No hay precedente de un programa de gobierno anterior al del presidente López Obrador, haya tenido un impacto semejante, ni en la frontera norte, ni en el resto del país.
El consenso abrumador que unificó la voluntad de todos los grupos parlamentarios en el Senado de la República es para reconocerse, más no olvidemos que la derecha debe pedir perdón por esta explotación laboral de casi cuatro décadas. Aún tiene tiempo.