En el verde paraíso de Calakmul, Campeche, un proyecto ambicioso se perfilaba como el prometido alivio a la sequía crónica de la región: la rehabilitación del Acueducto López Mateos. Esta promesa, que surgió de la consulta indígena ligada al proyecto del Tren Maya, se anticipaba no sólo como un triunfo técnico, sino como un derecho largamente esperado por más de 70 mil habitantes. El acueducto, extendido a lo largo de 99 kilómetros de selva y sabana, se completó con la esperanza de un antes y un después en la historia hídrica de Calakmul. La Sedena puso la última tubería, selló el último pozo y dio por terminada la obra en enero de 2024. Otra misión cumplida. Sin embargo, el agua tan esencial aún no corre por los grifos de Xpujil.
Casi tres meses tras la celebración de su culminación, el agua prometida se ha evaporado en una burocracia ineficiente y en una infraestructura secundaria que yace en ruinas. De acuerdo con fuentes involucradas en este problema, el Sistema Municipal de Agua Potable (SMAPAC), que depende directamente del gobierno municipal, no ha recibido los fondos necesarios por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) ni de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del estado (CAPAE) para la reparación y mantenimiento de la red secundaria, una parte esencial para la correcta distribución del agua y el aprovechamiento del Acueducto.
Asimismo, la población acusa a la inacción del presidente municipal debido a su poco interés de contratar a personal capacitado y dirigir los recursos necesarios para operar y mantener adecuadamente el sistema de distribución local, situación que la semana pasada se tradujo en cierres de carreteras y protestas de la población.
Por otro lado, luego de una inspección realizada en los tanques de almacenamiento TD1500 y PD-X, interesados en el caso descubrieron que, si bien el acueducto está operativo y distribuye agua a dos plantas de dispersión en Xpujil, la falta de aprobación para financiar las necesarias obras secundarias dentro del programa Pro Agua, contribuyen a que el objetivo de la megaobra no se cumpla.
A esta crisis, hay que sumarle que para tratar de mitigar el problema de distribución, el gobierno local ha recurrido a camiones cisterna, una solución de emergencia que ha demostrado ser tanto insuficiente como de dudosa calidad. Esta medida temporal, lejos de ser un parche efectivo, revela la ausencia de una estrategia robusta y sostenible para el abastecimiento de agua a largo plazo en la región.
Mientras tanto, la negligencia y la falta de visión no solo se reflejan en las tuberías secas, sino también en el mercado negro que florece bajo las sombras de la escasez. Pobladores han denunciado un mercado clandestino para la venta de agua a través de pipas ilegales, las cuales aprovechan el líquido tanto del acueducto como los jagüeyes presentes en la zona, los cuales recolectan el agua de las lluvias y actúan como sistemas comunicantes, para acaparar este recurso.
El proyecto del acueducto Adolfo López Mateos-Xpujil, aunque noble en su concepción, enfrenta el riesgo de convertirse en un monumento más a la ineficacia sin una gestión que integre cada fase del proyecto. A esto se suma la inestabilidad en el suministro eléctrico, responsabilidad de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que paraliza el servicio de telefonía celular y afecta la adecuada conducción de agua a lo largo del acueducto. Cabe señalar que esta problemática también impacta a desarrollos turísticos y de transporte del Tren Maya que dependen de la misma infraestructura energética.
Calakmul se encuentra en un momento crítico, en el cual la promesa de desarrollo y progreso choca con la realidad de una gestión deficiente y una infraestructura inadecuada.