/ viernes 4 de octubre de 2024

El derecho a mentir

Sabemos que la palabra “mentira”, de donde surja o tenga su origen, no es nada grato escucharla, ya que es mordaz y casi siempre causa problemas a alguien, una empresa o institución.

De tal forma que solo hay una clase de verdad, pero muchas categorías de mentiras; ya que es muy común hablar de “mentiras piadosas” cuando se engaña para intentar evitar un mal. De “medias verdades” para ilustrar las afirmaciones equívocas. De una “gran mentira” para enfatizar la escala e impacto de un embuste. De “embrollo”, referido a los juegos del lenguaje utilizados para despistar y de “chismes” para desechar mentiras ingeniosas.

De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española; “mentira” implica una cierta intencionalidad; es decir que se refiere a una expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.

Curiosamente la mentira surge por la necesidad de elevar la autoestima, o de ser reconocido(a) por un grupo social y también para evitar conflictos (especialmente en el trabajo); además de la inherente necesidad de tener siempre la razón, o de manipular a otras personas para alcanzar nuestros objetivos.

Además, se ha considerado la mentira, como un instrumento necesario, para la actividad política entre el gobernante y el gobernado.

Ciertamente, se ha debatido la traducción de la palabra “mentira” y algunos han propuesto otra distinta: como falsedad o una simple simulación.

A lo largo de la historia, la “mentira” la encontramos enunciada en el libro III de la República (414 a-C). En esta obra Platón, persuade a los reyes-filósofos, a tomar las riendas para gobernar, pero;

¿Cuál sería la razón de interesar a un filósofo, en las tareas de gobierno después de haber alternado con las ideas perfectas?

Donde ni el castigo, ni la remuneración, serían suficientes para gobernar. Interesante saber, que entonces es necesario encontrar una artimaña, que los convenza de ser gobernantes, para emitir una retórica convincente a los gobernados.

Extrañas armonías, aceptar que todos los humanos son “hijos de la madre tierra” y que servirla como a la madre carnal, es un acto de “justicia elemental”, que implica tratar a todos fraternalmente como iguales.

Recordemos que quien ejerce la mentira, por un momento tiene el poder sobre otros, o por encima de otros para logra sus propósitos.

De esta manera, la “mentira noble” funciona como un mito fundacional, que compete al filósofo a aceptar las tareas de gobernante.

Después de este precepto, sin la mentira noble, Platón nunca hubiera vislumbrado, cómo es que alguien desearía gobernar la Caverna, después de haber salido de ella y cómo aceptaría la igualdad de los hombres, cuando hay evidencia de lo contrario.

La “mentira noble” persuade a costa de contradicciones; porque, por un lado, se necesita que el “yo” se identifique con el “nosotros” para fundamentar la unidad social e igualdad.

Pero sabemos que, para ello tenemos el recurso del mito de la madre tierra: una sola madre de todos los humanos igualados como hermanos.

Pero, por otro lado, se necesita reconocer la desigualdad entre los mismos, para la división del trabajo, según un principio vocacional que indica a cada cual lo suyo.

Para ello se apelaría a las diferencias resultantes de haber fundido las almas en distintos metales según Hesíodo (415 a-C), oro, plata y cobre, para diferenciarnos de otros al ejercer la mentira. Que es la única forma de resolver la contradicción entre la contemplación filosófica y la acción política, o entre la igualdad fraternal y la desigualdad laboral.

Aunque parece trabalenguas, con toda seguridad se pueden aplicar los mismos preceptos de Platón, ya que desde entonces tenemos escenarios semejantes en pleno S XXI.

Porque la mentira noble, reside en el beneficio de los gobernados, similar cuando se suministra un brebaje que sabe mal, pero que al final cura al enfermo, así que todos quieren probar.

Entonces, la mentira cumple con su misión, que es la de persuadir, por el solo hecho de transmitir la verdad desnuda, ya que siempre se recomienda mentir a los gobernados por su bien, debido a que agrega una asimetría entre gobernantes y gobernados, o entre quien dice la mentira y quien momentáneamente se convence de su realidad ficticia.

Así que estimado lector; ¿Usted ejerce la noble mentira, para elevar su autoestima y manipular a otras personas para lograr sus objetivos? ¿O tal vez sigamos pensando que es un mito y tenemos todo el derecho de ejercerla noblemente?

Sabemos que la palabra “mentira”, de donde surja o tenga su origen, no es nada grato escucharla, ya que es mordaz y casi siempre causa problemas a alguien, una empresa o institución.

De tal forma que solo hay una clase de verdad, pero muchas categorías de mentiras; ya que es muy común hablar de “mentiras piadosas” cuando se engaña para intentar evitar un mal. De “medias verdades” para ilustrar las afirmaciones equívocas. De una “gran mentira” para enfatizar la escala e impacto de un embuste. De “embrollo”, referido a los juegos del lenguaje utilizados para despistar y de “chismes” para desechar mentiras ingeniosas.

De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española; “mentira” implica una cierta intencionalidad; es decir que se refiere a una expresión contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.

Curiosamente la mentira surge por la necesidad de elevar la autoestima, o de ser reconocido(a) por un grupo social y también para evitar conflictos (especialmente en el trabajo); además de la inherente necesidad de tener siempre la razón, o de manipular a otras personas para alcanzar nuestros objetivos.

Además, se ha considerado la mentira, como un instrumento necesario, para la actividad política entre el gobernante y el gobernado.

Ciertamente, se ha debatido la traducción de la palabra “mentira” y algunos han propuesto otra distinta: como falsedad o una simple simulación.

A lo largo de la historia, la “mentira” la encontramos enunciada en el libro III de la República (414 a-C). En esta obra Platón, persuade a los reyes-filósofos, a tomar las riendas para gobernar, pero;

¿Cuál sería la razón de interesar a un filósofo, en las tareas de gobierno después de haber alternado con las ideas perfectas?

Donde ni el castigo, ni la remuneración, serían suficientes para gobernar. Interesante saber, que entonces es necesario encontrar una artimaña, que los convenza de ser gobernantes, para emitir una retórica convincente a los gobernados.

Extrañas armonías, aceptar que todos los humanos son “hijos de la madre tierra” y que servirla como a la madre carnal, es un acto de “justicia elemental”, que implica tratar a todos fraternalmente como iguales.

Recordemos que quien ejerce la mentira, por un momento tiene el poder sobre otros, o por encima de otros para logra sus propósitos.

De esta manera, la “mentira noble” funciona como un mito fundacional, que compete al filósofo a aceptar las tareas de gobernante.

Después de este precepto, sin la mentira noble, Platón nunca hubiera vislumbrado, cómo es que alguien desearía gobernar la Caverna, después de haber salido de ella y cómo aceptaría la igualdad de los hombres, cuando hay evidencia de lo contrario.

La “mentira noble” persuade a costa de contradicciones; porque, por un lado, se necesita que el “yo” se identifique con el “nosotros” para fundamentar la unidad social e igualdad.

Pero sabemos que, para ello tenemos el recurso del mito de la madre tierra: una sola madre de todos los humanos igualados como hermanos.

Pero, por otro lado, se necesita reconocer la desigualdad entre los mismos, para la división del trabajo, según un principio vocacional que indica a cada cual lo suyo.

Para ello se apelaría a las diferencias resultantes de haber fundido las almas en distintos metales según Hesíodo (415 a-C), oro, plata y cobre, para diferenciarnos de otros al ejercer la mentira. Que es la única forma de resolver la contradicción entre la contemplación filosófica y la acción política, o entre la igualdad fraternal y la desigualdad laboral.

Aunque parece trabalenguas, con toda seguridad se pueden aplicar los mismos preceptos de Platón, ya que desde entonces tenemos escenarios semejantes en pleno S XXI.

Porque la mentira noble, reside en el beneficio de los gobernados, similar cuando se suministra un brebaje que sabe mal, pero que al final cura al enfermo, así que todos quieren probar.

Entonces, la mentira cumple con su misión, que es la de persuadir, por el solo hecho de transmitir la verdad desnuda, ya que siempre se recomienda mentir a los gobernados por su bien, debido a que agrega una asimetría entre gobernantes y gobernados, o entre quien dice la mentira y quien momentáneamente se convence de su realidad ficticia.

Así que estimado lector; ¿Usted ejerce la noble mentira, para elevar su autoestima y manipular a otras personas para lograr sus objetivos? ¿O tal vez sigamos pensando que es un mito y tenemos todo el derecho de ejercerla noblemente?

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¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

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