Varios meses atrás llegó a mis manos el libro “El deber de la memoria”, una obra editorial de Cecilia Lavalle y Teresa Hevia. Un esfuerzo que congrega información bastante puntual de la historia que han tejido las mujeres mexicanas en busca del reconocimiento -que no concesión- de sus derechos político-electorales y que ahora, a propósito de la conmemoración del 71 aniversario del voto de las mujeres en México, cobra mayor vigencia que nunca. Y es que pareciera que “las primeras veces” -en referencia a la participación política de las mujeres en México- en este significativo 2024, fueran obra de la casualidad, cuando no hay nada más alejado de la realidad. Este 2024 compitieron por primera vez dos mujeres a la Presidencia de la República con posibilidades reales de ganar; por primera vez, una mujer ocupa la Presidencia de la República; por primera vez, en varias entidades el gobierno estatal recae en una mujer (13 gobernadoras en total), y, por primera vez, las dos cámaras del Congreso de la Unión se conforman de manera paritaria. Pero Roma no se construyó en un día.
La conquista de derechos para las mujeres no inició el 17 de octubre de 1953, cuando se publicaba el decreto en el DOF que reformaba la Constitución permitiendo a las mexicanas “ser ciudadanas”, es decir, su derecho a votar y ser electas; de hecho, las primeras demandas por el voto de las mujeres en México de las que se tiene registro se ubican en 1824 -¡sí, hace 200 años!- cuando un grupo de mujeres zacatecanas envían una carta al Primer Congreso Constituyente exigiendo trato de ciudadanas por sus contribuciones al movimiento de Independencia.
Más adelante, en los tiempos del presidente Juárez, un grupo nutrido de sufragistas emulaban las luchas que, en otros países, se estaban librando, de hecho, en 1856 se dirigían al Congreso Constituyente 81 mujeres que reclamaban sus derechos políticos; como lo haría Hermila Galindo, en 1916, al enviar a los constituyentes un escrito que sería leído en aquel pleno de Querétaro que decía: “Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es, que no carezca de derechos…”.
Las maestras y las periodistas han sido gremios bastante activos en esta historia. En 1888, Laureana Wright funda el semanario Violetas del Anáhuac; en 1901, Juana Belén Gutiérrez funda el periódico Vesper y Elisa Acuña el diario La Guillotina; y en 1904, Columba Rivera, María Sandoval y Dolores Correa Zapata fundan la revista La mujer mexicana; todas estas propuestas, escritas por y para mujeres, hablan de la idea de una nueva democracia donde la participación política de las mujeres sea una realidad, además se demandan otros derechos y se cuestiona con agudeza la condición social de las mexicanas.
La historia de las mujeres ha sido una altamente marcada por la exigencia constante del reconocimiento de sus derechos: entre cartas, levantamientos de firmas, marchas, entrevistas con candidatos y luego gobernadores y presidentes, las mujeres fueron conquistando terreno. De 1934 a 1936 el sufragio de las mujeres se aprobó en Guanajuato, Puebla, Veracruz, Durango, Tamaulipas e Hidalgo. En 1946, Miguel Alemán, como respuesta a un compromiso de campaña, envía la iniciativa al Congreso para reconocer el derecho al voto de las mujeres en el ámbito municipal; y, finalmente, el presidente Ruiz Cortines, motivado por el clamor popular, envió a las Cámaras en 1953 la reforma que haría posible reconocer el derecho de las mujeres a votar y ser votadas. México iba tarde, Nueva Zelanda lo había aprobado en 1893, Australia en 1902, Finlandia en 1906, Noruega en 1913, Canadá y Uruguay en 1917, Estados Unidos en 1920 y Ecuador en 1924.
1953 es sólo un parteaguas y la historia se sigue construyendo, pero la conmemoración del voto de las mujeres en México sirve de marco idóneo para hacer memoria -como un acto de justicia-, reconociendo a quienes han luchado por siglos para alcanzar los derechos que hoy permiten a las mujeres acceder al poder, lamentablemente aún en condiciones bastantes violentas.