/ sábado 11 de noviembre de 2023

El criticón de Baltasar Gracián

Que “nadie es profeta en su tierra” es un tópico muy conocido, sobre todo por aquellos que, tristemente y en la mayoría de los casos, ha sido despreciado o ignorado en su propia tierra.

Este hecho le tocó vivir a Baltasar Gracián, (1601-1658) en sus últimos años, un brillante orador y satírico moralista, quien es una de las figuras de mayor relieve de la literatura española.

Se sabe que desarrolló una agudeza y al mismo tiempo una astucia de percepción; además de una gran sensibilidad análoga, al instinto de los grandes médicos de la antigüedad del S XVII.

Gracián, sorprende por su gran capacidad, el poder de su pensamiento, la disciplina y la precisión, con un sentido perfecto de orden.

Versatilidad que confirma en la obra titulada “El Criticón” publicada entre 1651 y 1657, que se califica como una alegoría de la vida del ser humano, en sus dos facetas; una compulsiva e inexperta, representada por Andrenio, y otra prudente y experimentada, por Critilo.

Personajes que persiguen la felicidad, recorriendo el mundo conocido, y al mismo tiempo criticando todo aquello que ven.

Llama la atención el lenguaje utilizado por el autor, el cual está inundado de aforismos con una visión filosófica, en la que ofrece su visión del mundo de cara a la formación del hombre moderno.

No se trata de un discurso recitado por la voz del predicador, sino un trabajo narrativo de ocultamiento y engaño, que estimula el entendimiento y la memoria de quien lee la obra.

Hemos de referir que Baltasar Gracián, fue profesor de “Sagrada Escritura” en Zaragoza y rector del Colegio de los jesuitas de Tarragona.

Pero inesperadamente después de publicar “El Criticón”, le valió la destitución de su cátedra y el cargo de rector; por lo que fue desterrado a Graus, ordenado por los altos mandos jesuitas.

Curiosamente sin ir muy lejos, escribir algún tópico, que a alguien no le parezca en ocasiones ha salido muy caro; ya que los textos y sus autores son señalados y estigmatizados; pero esto sucedió en el S XVII.

¿Qué diferencia puede haber del SXVII, frente al mundo globalizado del S XXI?

Cuando ahora algún escritor o periodista es señalado por lo que escribe, motivo por lo que es acosado, recibir amenazas para él y su familia, e incluso hasta quitarle de la vida.

Extrañas armonías en la famosa libertad de expresión y la libertad de prensa.

En el tiempo que le toco vivir a Baltasar Gracián, escribir podía costarle muy caro, a todos aquellos que abordaban temas “delicados” que afectan una moral que, en muchas ocasiones, es mal interpretada.

Los escritores jamás han escapado de las congojas, desconsuelos, cuitas y necesidades de otros, gracias al oficio del “punto y la coma” de un texto.

Y quien lo había logrado, sobre todo en tiempos pasados, se guarecía en lo sagrado tonsurándose la coronilla y tomando el hábito de una orden religiosa.

La sotana siempre ha sido un resguardo, para protegerse de los rigores y cuestionamientos, cuando los escenarios no son muy favorables, o también cuando la escritura entraba en riña con la fe; o más propiamente dicho, con los preceptos e interpretación de quien la profesa.

Baltasar Gracián pertenecía a esa clerecía culta y docta, que igual te evangelizaba una tierra, que le daba por acudir a una batalla y dar cuenta de ella en la crónica pertinente.

Todo permitido y aceptado. El problema es que después se le ocurrió escribir «El criticón» que publicara sin el permiso de la Compañía de los jesuitas, donde profesaba la vocación religiosa, y que por supuesto no lo vio con buenos ojos.

Desafortunadamente Baltasar Gracián, nunca supo el motivo de su destierro, por lo que murió en Tarazona, Zaragoza, España, el 6 de diciembre de 1658, enfermo y en condiciones muy deplorables

Así que es un reto, que surge de una premisa; pensar que esa época no es tan distinta a la nuestra.

¿Cuántos como Baltasar Gracián han pagado caro escribir y publicar?

Gracián fue desterrado, pero el recuento de la historia nos da a conocer, una lista interminable de escritores y periodistas que también fueron desterrados o que perdieron la vida haciendo su trabajo.

Recordemos que la verdad es comulgada por pocos, en cambio el engaño es tan vulgar y común, que además es predicado por muchos. De tal forma que, para encontrar la verdad, es necesario que el pensamiento de una persona se ejerza con libertad, ya que no se debe violentar.

Baltasar Gracián; en “El Criticón” nos dio a conocer “La sabiduría practica para la vida”

¡Que extrañas armonías!


Que “nadie es profeta en su tierra” es un tópico muy conocido, sobre todo por aquellos que, tristemente y en la mayoría de los casos, ha sido despreciado o ignorado en su propia tierra.

Este hecho le tocó vivir a Baltasar Gracián, (1601-1658) en sus últimos años, un brillante orador y satírico moralista, quien es una de las figuras de mayor relieve de la literatura española.

Se sabe que desarrolló una agudeza y al mismo tiempo una astucia de percepción; además de una gran sensibilidad análoga, al instinto de los grandes médicos de la antigüedad del S XVII.

Gracián, sorprende por su gran capacidad, el poder de su pensamiento, la disciplina y la precisión, con un sentido perfecto de orden.

Versatilidad que confirma en la obra titulada “El Criticón” publicada entre 1651 y 1657, que se califica como una alegoría de la vida del ser humano, en sus dos facetas; una compulsiva e inexperta, representada por Andrenio, y otra prudente y experimentada, por Critilo.

Personajes que persiguen la felicidad, recorriendo el mundo conocido, y al mismo tiempo criticando todo aquello que ven.

Llama la atención el lenguaje utilizado por el autor, el cual está inundado de aforismos con una visión filosófica, en la que ofrece su visión del mundo de cara a la formación del hombre moderno.

No se trata de un discurso recitado por la voz del predicador, sino un trabajo narrativo de ocultamiento y engaño, que estimula el entendimiento y la memoria de quien lee la obra.

Hemos de referir que Baltasar Gracián, fue profesor de “Sagrada Escritura” en Zaragoza y rector del Colegio de los jesuitas de Tarragona.

Pero inesperadamente después de publicar “El Criticón”, le valió la destitución de su cátedra y el cargo de rector; por lo que fue desterrado a Graus, ordenado por los altos mandos jesuitas.

Curiosamente sin ir muy lejos, escribir algún tópico, que a alguien no le parezca en ocasiones ha salido muy caro; ya que los textos y sus autores son señalados y estigmatizados; pero esto sucedió en el S XVII.

¿Qué diferencia puede haber del SXVII, frente al mundo globalizado del S XXI?

Cuando ahora algún escritor o periodista es señalado por lo que escribe, motivo por lo que es acosado, recibir amenazas para él y su familia, e incluso hasta quitarle de la vida.

Extrañas armonías en la famosa libertad de expresión y la libertad de prensa.

En el tiempo que le toco vivir a Baltasar Gracián, escribir podía costarle muy caro, a todos aquellos que abordaban temas “delicados” que afectan una moral que, en muchas ocasiones, es mal interpretada.

Los escritores jamás han escapado de las congojas, desconsuelos, cuitas y necesidades de otros, gracias al oficio del “punto y la coma” de un texto.

Y quien lo había logrado, sobre todo en tiempos pasados, se guarecía en lo sagrado tonsurándose la coronilla y tomando el hábito de una orden religiosa.

La sotana siempre ha sido un resguardo, para protegerse de los rigores y cuestionamientos, cuando los escenarios no son muy favorables, o también cuando la escritura entraba en riña con la fe; o más propiamente dicho, con los preceptos e interpretación de quien la profesa.

Baltasar Gracián pertenecía a esa clerecía culta y docta, que igual te evangelizaba una tierra, que le daba por acudir a una batalla y dar cuenta de ella en la crónica pertinente.

Todo permitido y aceptado. El problema es que después se le ocurrió escribir «El criticón» que publicara sin el permiso de la Compañía de los jesuitas, donde profesaba la vocación religiosa, y que por supuesto no lo vio con buenos ojos.

Desafortunadamente Baltasar Gracián, nunca supo el motivo de su destierro, por lo que murió en Tarazona, Zaragoza, España, el 6 de diciembre de 1658, enfermo y en condiciones muy deplorables

Así que es un reto, que surge de una premisa; pensar que esa época no es tan distinta a la nuestra.

¿Cuántos como Baltasar Gracián han pagado caro escribir y publicar?

Gracián fue desterrado, pero el recuento de la historia nos da a conocer, una lista interminable de escritores y periodistas que también fueron desterrados o que perdieron la vida haciendo su trabajo.

Recordemos que la verdad es comulgada por pocos, en cambio el engaño es tan vulgar y común, que además es predicado por muchos. De tal forma que, para encontrar la verdad, es necesario que el pensamiento de una persona se ejerza con libertad, ya que no se debe violentar.

Baltasar Gracián; en “El Criticón” nos dio a conocer “La sabiduría practica para la vida”

¡Que extrañas armonías!


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viernes 23 de agosto de 2024

¿Y usted tiene discreción?

En el mundo dominado por las redes sociales, la premisa es publicar todo lo que hacemos; así. que es muy común, que las personas siempre estemos presumiendo de nuestros logros o nuestros méritos, buscando la admiración de los demás. Por lo que, exponernos y exponer todo lo que hacemos está de moda. Da igual de lo que se trate: lo que cocinamos, cuándo viajamos, qué ropa utilizamos y dónde la compramos, los logros de nuestros hijos, o qué hacemos cuando nos aburrimos, y hasta las peripecias que hace nuestro perro. El propósito es compartir y exponer la vida privada, la cotidianeidad de cada uno, para que la “vean” nuestras amistades más cercanas, pero además la mayor cantidad de gente. Así, en un mundo de infinitos escaparates, la discreción parece ser un valor que ha quedado en desuso, o en todo caso olvidado. La discreción, hace referencia a la cautela, para no contar lo que uno sabe o para guardar un secreto, cuando no hay necesidad de que lo sepan o conozcan los demás. A veces somos tan abiertos con otras personas, que incurrimos en riesgos, que ni siquiera sabemos que existen, ni las consecuencias que nos van a generar. Además, es habitual entre nosotros, que compitamos con quienes nos rodean, para conseguir figurar en los primeros puestos, buscando el reconocimiento social. Curiosamente en este contexto, la discreción resulta ser una virtud escasa, que facilita la convivencia y las relaciones personales, tanto en los entornos laborales, como en los domésticos o familiares. Frente a estos escenarios, una persona discreta sabe ser cautelosa y callar cuando es conveniente; además también es reservada, especialmente con los asuntos de los demás. Curiosamente una persona con estas cualidades, es confiable y un confidente ideal, con la que podríamos compartir una preocupación, un problema o incluso confiarle un secreto íntimo o privado. Porque estos secretos, no serán compartidos, ni medio compartidos, con otros. Una persona discreta, sabe actuar y hablar con tacto, desde la cercanía, haciendo siempre sentir cómoda a otra persona. Suele ser sensata y no busca figurar, ni ser protagónico. Por lo general no habla de sí misma, ni de sus virtudes ni de sus méritos frente a terceros. Aunque es consciente de ellos y de su valor, se siente más cómoda haciendo visibles las virtudes y los méritos de los demás. No tiene prisa, ya que siempre sabe esperar, hasta que llega el momento oportuno para actuar. Es importante referir, que las personas faltas de discreción, se verán en dificultades para ocultar su verdadero ser, y tratarán de enmascarar todo con excusas. Podríamos mencionar que el valor de la discreción, es directamente proporcional a la prudencia. La discreción es simplemente la base de la confianza. Que extraño se “escucha” que la discreción es la base la confianza; recordemos que la confianza, es resultado de un proceso de conocimiento y aprendizaje, la cual podemos perder en un instante. Porque estimado lector sin dudarlo, usted y un servidor, no nos sentiríamos seguros de compartir información, con personas que puedan darla a conocer con otras personas, con quienes no tenemos empatía o no conocemos. Lo más recomendable es que, si usted desea ser generoso, hágalo con cualquier cosa, menos con la información de los otros. Recuerde que una persona prudente se comporta, con sensatez, eligiendo en cada momento el comentario oportuno, también tiene el control con la información, al ejercer la discreción evitando traicionar el secreto o la intimidad de otros. Esto es un ejemplo de respeto, hacia quien le ha confiado información personal y privada; además es una muestra de lealtad. Y lo más importante una persona discreta y prudente, entiende y valora las emociones que puede sentir el otro y procura no provocar su dolor. Porque una frase o una conducta imprudente, acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de usted. Recuerde que la confianza, es básica en las relaciones personales. Sin ella no podemos mantener relaciones profundas, tan solo frívolas, y superficiales. Porque una de las ventajas de ser prudente, es que usted consigue tener relaciones personales de calidad y respeto. Así que estimado lector, la pregunta obligada: ¿Y usted tiene el poder de la discreción?

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