/ jueves 28 de noviembre de 2024

¿Cómo lidiar con la decepción?

Hace varias décadas que soy periodista. Mi labor ha sido comunicar desde los diferentes medios donde he laborado, aquellos hechos relevantes que ocurren a diario. Pero siempre he tenido una pregunta recurrente: ¿qué es lo relevante?

Las prioridades de la agenda informativa son múltiples, dependiendo del medio, de la región, del gobierno en turno, de coyunturas... No importa el tema, el asunto es informarle al público sobre lo que queremos que se entere. Y usualmente quien redacta las noticias, no es quien marca la agenda.

No obstante, la relevancia sigue siendo relativa. ¿Relevante para qué, para quién? Las prioridades se muestran dependiendo de los intereses en juego.

En últimas fechas se ha vuelto complicado seleccionar la información. Está plagada de contradicciones y de datos imprecisos. Hacer periodismo se ha vuelto un ejercicio de alto riesgo, dicen quienes saben. Las fuentes no siempre son confiables. Luego, quién se atreve a firmar la información comprometedora y peligrosa para el statu quo, aquella que podría desmentir una información "oficial".

Sin duda, hay miles de historias que podríamos narrar en los medios de comunicación, aunque solo cierta cantidad de datos. Es infrecuente completar los ángulos suficientes para comprender lo que sucede en cada diferente contexto. Los diálogos informativos son cada vez más dispersos, también superficiales y breves. Fragmentados, parciales, incompletos, así que, solo conocemos “pedazos” de la realidad.

Tenemos un poquito de todo. Imaginamos que sabemos mucho, cuando en realidad producimos y consumimos retazos. Con esto en cuenta, asumimos que lo que alcanzamos a ver o conocer, es lo que ocurre de verdad. No obstante, al paso de los días, en el consumo de los datos, en la construcción de productos informativos, algo se va quedando suelto, flojo, débil. Se afecta el ánimo de seguir adelante. Una constante exposición a lo negativo sume a cualquiera en la decepción, en el desencanto y es en ese momento en el que las preguntas de ¿qué es lo relevante?, se transforman en ¿qué sentido tiene lo que hago?

Hay un perfil de audiencias dadas al consumo de información tóxica y muy negativa. Como periodistas podemos generar todo tipo de noticias de todos los “colores”. Nuestro trabajo se basa en atender, lo que creemos, que la gente necesita saber. Pero eso no es del todo cierto, las audiencias, con frecuencia, desconocen que tienen derecho a recibir información útil, no manipulada y suficientemente sustentada para entender y tomar decisiones para sus vidas.

Es difícil decidir qué clase de contenido producir para atender las necesidades de las personas. Pero, si consumiéramos lo que producimos, ¿qué tipo de nutrición emocional nos daríamos?

Martin Luther King solía decir que: “Debemos aceptar la desilusión finita, pero nunca perder la esperanza infinita”. Nos toca elegir qué tipo de información contribuye más a la desilusión o a la desesperanza. Al final, es solo eso: una elección.

Hace varias décadas que soy periodista. Mi labor ha sido comunicar desde los diferentes medios donde he laborado, aquellos hechos relevantes que ocurren a diario. Pero siempre he tenido una pregunta recurrente: ¿qué es lo relevante?

Las prioridades de la agenda informativa son múltiples, dependiendo del medio, de la región, del gobierno en turno, de coyunturas... No importa el tema, el asunto es informarle al público sobre lo que queremos que se entere. Y usualmente quien redacta las noticias, no es quien marca la agenda.

No obstante, la relevancia sigue siendo relativa. ¿Relevante para qué, para quién? Las prioridades se muestran dependiendo de los intereses en juego.

En últimas fechas se ha vuelto complicado seleccionar la información. Está plagada de contradicciones y de datos imprecisos. Hacer periodismo se ha vuelto un ejercicio de alto riesgo, dicen quienes saben. Las fuentes no siempre son confiables. Luego, quién se atreve a firmar la información comprometedora y peligrosa para el statu quo, aquella que podría desmentir una información "oficial".

Sin duda, hay miles de historias que podríamos narrar en los medios de comunicación, aunque solo cierta cantidad de datos. Es infrecuente completar los ángulos suficientes para comprender lo que sucede en cada diferente contexto. Los diálogos informativos son cada vez más dispersos, también superficiales y breves. Fragmentados, parciales, incompletos, así que, solo conocemos “pedazos” de la realidad.

Tenemos un poquito de todo. Imaginamos que sabemos mucho, cuando en realidad producimos y consumimos retazos. Con esto en cuenta, asumimos que lo que alcanzamos a ver o conocer, es lo que ocurre de verdad. No obstante, al paso de los días, en el consumo de los datos, en la construcción de productos informativos, algo se va quedando suelto, flojo, débil. Se afecta el ánimo de seguir adelante. Una constante exposición a lo negativo sume a cualquiera en la decepción, en el desencanto y es en ese momento en el que las preguntas de ¿qué es lo relevante?, se transforman en ¿qué sentido tiene lo que hago?

Hay un perfil de audiencias dadas al consumo de información tóxica y muy negativa. Como periodistas podemos generar todo tipo de noticias de todos los “colores”. Nuestro trabajo se basa en atender, lo que creemos, que la gente necesita saber. Pero eso no es del todo cierto, las audiencias, con frecuencia, desconocen que tienen derecho a recibir información útil, no manipulada y suficientemente sustentada para entender y tomar decisiones para sus vidas.

Es difícil decidir qué clase de contenido producir para atender las necesidades de las personas. Pero, si consumiéramos lo que producimos, ¿qué tipo de nutrición emocional nos daríamos?

Martin Luther King solía decir que: “Debemos aceptar la desilusión finita, pero nunca perder la esperanza infinita”. Nos toca elegir qué tipo de información contribuye más a la desilusión o a la desesperanza. Al final, es solo eso: una elección.