En octubre del 2015 fueron asesinados por habitantes de Ajalpan, Puebla, los hermanos Rey David y José Abraham Copado, quienes laboraban como encuestadores para una empresa de marketing. Ese día realizaban un estudio sobre consumo de tortillas en un ambiente tenso, horas antes, una jovencita había sido jaloneada con intenciones de raptarla por dos sujetos que huyeron sin lograr su cometido. Los hermanos trabajaban con relativa normalidad, pero todo se ensombreció cuando los lugareños comenzaron a quejarse porque hacían preguntas “extrañas”; luego, alguien señaló que eran los robachicos, varios comenzaron a agredirlos, instintivamente corrieron, pero fueron alcanzados y golpeados levemente. Luego llegó la policía y detuvo a los encuestadores, atentando contra su derecho de libre tránsito, pues no estaban quebrantando la ley, ya en la comandancia mostraron sus credenciales, asimismo, la muchachita que habían tratado de secuestrar fue a identificarlos, asegurando que ellos no eran, sin embargo, en el pueblo las campanas de la iglesia sonaban incesantes alertando a la comunidad, tal como aconteció en San Miguel Canoa, Puebla, en 1968, cuando una turba linchó a cuatro personas inocentes acusadas de ser comunistas. Rápidamente se propagó en Ajalpan, que tenían detenidos a dos “secuestradores”, llegando hasta la explanada del Palacio Municipal cientos de habitantes enfurecidos que evitaron el traslado de los jóvenes al ministerio público, arrebatándoselos a la policía para agredirlos salvajemente, después, un tumultuoso y enloquecido tribunal, sin miramientos decidió quemarlos vivos, casi al instante, la sentencia fue ejecutada.
Pasan los años y muchas personas siguen dejándose manipular, al igual que los habitantes de San Miguel Canoa, en 1968, aquella ocasión, fueron incitados por un sacerdote chiflado, quien convocó al pueblo para asesinar a Lucas García, Ramón Gutiérrez, Jesús Carrillo y Odilón Sánchez, los tres últimos estudiantes universitarios. O también, como los pobladores de San Juan Ixtayopan, Tláhuac, en noviembre del 2004, quienes fueron incitados por una mujer, para quemar vivos a dos oficiales de la Policía Federal Preventiva, que realizaban investigaciones de narcomenudeo en dicho lugar.
Estos linchamientos, sin duda son un reflejo de una sociedad paranoica, pero también de una sociedad decepcionada de las autoridades, por su mal actuar histórico, sin embargo, la gente no debe perder el control, ni dejarse llevar por la “oportunidad” de hacer justicia por propia mano, no se debe apedrear al caído, que en varias ocasiones resulta ser inocente. Así mismo, tampoco se debe lapidar en redes sociales, los linchamientos virtuales ocurren todos los días y cada vez son más agresivos, inician con una o dos personas atacando a otra por cualquier motivo, pero luego se van multiplicando y al final son miles, destrozando con saña. Algunos dirán, un linchamiento virtual es menos peligroso que uno real, pero no es así, está comprobado, que los comentarios negativos, repletos de veneno, afectan de la misma manera que un golpe físico, pues daña la autoestima, en ocasiones, el agredido puede deprimirse a tal grado, que llega a suicidarse. Por lo tanto, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, virtual o real.