En esta pieza el autor nos da a conocer una colección de fragmentos a través de metáforas,simbolismos, realidades y fantasías, además de profecías, crónicas y sueños que nos desafían a reflexionar sobre la vida, la injusticia, el amor y la resistencia.
El valor de esta obra radica en la conexión humana, que fortalece nuestras relaciones interpersonales; pero más interesante saber que el libro fue ilustrado por el propio autor.
En tan solo unas pocas líneas, agrupa diversas temáticas como: el lenguaje, la voz humana, los lectores, los niños, los sueños, el miedo, el olvido, la noche, la cultura y el arte; además de curiosas narraciones sobre la creación del mundo.
Eduardo Galeano mencionaba “Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los que están abajo, los que esperan desde hace siglos al final de la historia, aquellos que no saben leer o no tienen con qué, porque los libros están tan caros, ya que en poco tiempo se venderán en las joyerías.
Pero eso sí, créanme, las palabras viajan caminos misteriosos, y andan por donde ellas quieren, sin pedir permiso.
Por esa razón escribo para los amigos que todavía no conozco, porque los que conozco ya están hartos de escucharme. No vendo recetas de felicidad y te recomiendo que no creas en los bandidos que las venden.
Tampoco creo en los dogmáticos religiosos o políticos que venden certezas. Para mí, las únicas certezas dignas de fe, son las que desayunan dudas cada mañana”.
En el libro encontramos: “El sistema, que no da de comer, tampoco da para amar: a muchos los condena el hambre de pan y a otros los condenaal hambre de abrazos”.
“El mundo es un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos son fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
También refería que es el tiempo del miedo: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo, y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra. Tenemos miedo a la puerta sin cerradura. Al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar. Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue, miedo a lo que será; Miedo de morir, pero más miedo de vivir”.
Eduardo Galeano mencionaba “soy optimista, pero también soy pesimista, según la hora y el día, creo y descreo, celebro y lamento este tiempo y este mundo que nos ha tocado. Cada tiempo tiene su contratiempo, es verdad, pero también es verdad que cada cara contiene su contracara. La contradicción es el motor de la vida: de la vida humana y de todas las otras vidas”.
“Porque no es que todos seamos culpables del mundo tal cual es, pero todos tenemos una responsabilidad para cambiarlo”
Eduardo Galeano hablaba despacio, sopesando cada palabra. Manejaba delicadamente las pausas, buscaba la complicidad de sus interlocutores con la mirada, y subrayaba sus expresiones con gestos mínimos y sonrisas sutiles. Acostumbrado a corregirse sin piedad y a reescribir sus textos casi obsesivamente, contaba las cosas casi como si dictara, sabedor de que su forma de expresarse resultaba seductora.
Y siempre refería que, “Culto no es aquel que lee más libros, si no que culto, es aquel que es capaz de escuchar al otro”
Recordemos que el fin congénito, íntimo y determinante del ser humano es resguardar su vida, su autonomía, su dignidad y el sentido de su existencia, por encima de las contingencias, perturbaciones y dolores que le pueda generar el entorno natural y social.
De tal forma que Eduardo Galeano, fue un escritor que tuvo el arrojo y el coraje de brillar con luz propia, pero también tuvo la valentía de levantar la voz y dar a conocer la miseria, la injusticia y la pobreza en la que aun muchos pueblos están inmersos.
Sin duda su flama continuará encendida, para que muchos más conozcan su obra.